(Riposte Catholique/InfoCatólica) Bajo las bóvedas de la iglesia de Saint-Sulpice, el pasado lunes, había mucha gente para la misa de bienvenida y toma de posesión de Mons. Laurent Ulrich: obispos, sacerdotes, fieles, pero también muchas personalidades públicas: el ministro del Interior, Gérald Darmanin, Anne Hidalgo, alcaldesa de París y Valérie Pécresse, presidenta regional, así como representantes electos nacionales y locales.
El cardenal Cyprien Lacroix, arzobispo de Quebec y miembro del Consejo de Economía de la Santa Sede, también estuvo presente, al igual que el cardenal Vingt-Trois, uno de los predecesores de monseñor Ulrich, que fue aplaudido.
En su homilía, el nuevo arzobispo de París rindió homenaje a su predecesor, Mons. Aupetit y se refirió a la herida causada por el incendio de la catedral de Notre-Dame.
«... no olvidamos el dolor de los que en todo el mundo se enfrentan al dolor de la guerra y del terrorismo - rezamos en comunión con ellos y por ellos, algunos de estos hermanos están representados entre nosotros esta tarde; Y no debemos olvidar el dolor de ustedes, los diocesanos de París, marcado por la repentina partida de mi predecesor, Monseñor Michel Aupetit, a quien expreso mi estima y mi amistad; tampoco debemos olvidar que si estamos en esta iglesia es porque nuestra catedral, Notre-Dame, fue gravemente herida hace tres años, creando una intensa emoción en París, en Francia y en todo el mundo. Saludo a todos los parisinos que sintieron esta herida con infinita tristeza, pero también con el inmenso orgullo de saberse apoyados misteriosa y universalmente».
También saludó a las comunidades de la diócesis de París, entre ellas las de los diferentes ritos orientales. Estuvo presente monseñor Boris Gudizak, antiguo obispo de la Eparquía de San Vladimir el Grande de París y obispo titular de la archidiócesis de Filadelfia (Estados Unidos) desde 2019.
Su primer acto como arzobispo de París fue confirmar a todos los vicarios y obispos auxiliares en sus funciones.
El prelado llamó a la Iglesia a servir como Cristo sirvió desde la Cruz:
«La Pasión, la Cruz y la Resurrección están íntimamente ligadas y permanentemente presentes en la vida del mundo y de los creyentes. Es siempre para nosotros la hora de la compasión, del dolor más profundo y de la alegría.
A quien apuntan nuestra mano y nuestra mirada es a Cristo, cuyo «resplandor brilla en el rostro de la Iglesia» (Lumen Gentium 1) cuando se hace servidora, cuando no tiene miedo, cuando reclama el respeto a la dignidad de todo ser humano, cuando crea y fomenta lazos de fraternidad entre todos, cuando revela la esperanza que habita en ella a través de su alegría».