(Vatican.news/InfoCatólica) El cardenal Michael Czerny ha recordado la figura de Carlo Maria Martini, veinte años después del final de su episcopado y diez después de su muerte. Lo ha hecho en la misma archidiócesis ambrosiana de la que Martini fue párroco durante veinticuatro años (1978-2002). La ocasión es un evento organizado, hoy por la tarde, por la Fundación que lleva el nombre del cardenal jesuita: un momento que, a partir del VI volumen de la Opera omnia «Farsi prossimo» (Hacerse prójimo), editado por Bompiani, pretende reflexionar sobre el legado y el magisterio de Martini, «conocido mucho más allá de una región geográfica».
La hermana Nathalie Becquart, subsecretaria del Sínodo de los Obispos, también ha estado presente en el evento.
Un estilo de escucha, de oración, de vida
En su discurso, el cardenal recordó el amor del arzobispo de Milán por las Escrituras, «con una capacidad bastante extraordinaria para interpretarlas dentro de las circunstancias históricas». «Muchos -dijo- ya lo apreciaban mientras estaba entre ustedes, no sin incomprensiones, incertidumbres y oposiciones. Ahora todos le entendemos mejor, reconociendo cómo sus visiones y las prioridades de su gobierno pastoral -quiero decir también su estilo de escuchar, rezar y vivir- anticipaban caminos que finalmente implican a la Iglesia universal».
Taller de la Iglesia Sinodal
Uno de ellos es el Sínodo. El título del libro de Bompiani no sólo recuerda la carta pastoral de Martini de 1985, sino que también hace referencia a «una gran convención eclesial que representó un verdadero laboratorio de la Iglesia sinodal en Milán en los años 80». Estas páginas relatan «un proceso»: «Es un tesoro», subraya Czerny, «para la Iglesia de todo el mundo, que hoy sabemos que está comprometida con los continuos llamientos del Papa Francisco a un camino sinodal. ¿Cómo buscamos a Dios juntos? ¿Cómo distinguimos su voz? ¿Cómo se le obedece? ¿Cómo se organiza, con qué roles y en qué momentos, una comunidad que discierne y llega a decisiones?».
Lecturas y relecturas
En esta perspectiva, es «sumamente interesante y actual», según el jefe del dicasterio, vislumbrar el tipo de liderazgo y autoridad que ejercía Martini. Y es significativa la «centralidad» que el arzobispo atribuye a la parábola del Buen Samaritano, el mismo icono evangélico sobre el que el Papa Francisco estructura a Fratelli Tutti. «A una distancia de casi cuarenta años y dentro de un escenario mundial no del todo, pero sí en gran medida cambiado», hay dos lecturas de dos pastores «muy diferentes y en circunstancias sucesivas» de la respuesta radical de Jesús a la pregunta: pero ¿quién es mi prójimo?» Cada uno de nosotros, dice Czerny, puede «aportar su propia lectura a la Iglesia. Un Sínodo, como la propia Biblia, está hecho de continuas lecturas y relecturas: es decir, vive de la capacidad específicamente humana de interpretar. Y la Iglesia hace espacio, es más, es el espacio de las respuestas personales al Evangelio».
Una caridad que no se satisface
Una vez más, Czerny señala también la correspondencia entre el compromiso del Dicasterio para el Desarrollo Humano Integral y el perfil de la caridad que el cardenal Martini supo hacer resurgir y cultivar: «Las opciones eclesiales de aquella época, en gran parte, continúan en sus efectos hasta hoy». De hecho, la de Martini era «una caridad que no se conforma con la espontaneidad, sino que estructura caminos capaces de perdurarse en el tiempo. Se trata de una gratuidad que sabe dar forma asociativa, institucional e incluso política a las dimensiones de justicia, cuidado, desarrollo y paz».
«Hoy es nuestro momento»
Martini, añade el cardenal, «hizo lo que le pidió el Concilio, un evento que en su juventud, como en la del Papa Francisco, representó una primavera evangélica. De aquellas décadas de posguerra hoy se han desvanecido las visiones que nos hacían anhelar la unidad de la familia humana». Sin embargo, hoy es «nuestro momento», concluye Czerny:
«Es el momento de cambiar totalmente la estructura del mundo, su representación, repensando el modelo económico en sus raíces, de no ser así sólo nos enfrentaremos a los síntomas. El éxodo del que somos responsables y protagonistas, en el que se juega nuestra propia liberación, toma la forma de un sueño que el Papa Francisco ha llamado: «fraternidad y amistad social».