(Asia News/InfoCatólica) Esta semana se difundió la noticia de que la presencia militar china en las Islas Salomón se mantendrá bajo la supervisión de las autoridades locales. Así lo afirmó el embajador de las Islas Salomón en Australia, Robert Sisilo a fin de tranquilizar a la opinión pública occidental sobre el hecho de que, aunque se desplieguen las Fuerzas de Seguridad chinas, estas no utilizarán las mismas técnicas represivas que se han visto en Hong Kong. Sin embargo, estas garantías no son suficientes para que duerman en paz Australia y Nueva Zelanda, que se opusieron de inmediato al pacto de seguridad que en las últimas semanas firmaron Honiara y Beijing.
La intervención de China se había solicitado cuando en noviembre del año pasado la policía local de las Islas no pudo contener los disturbios contra el gobierno en el barrio chino de la capital.
Pero no es la primera vez que se despliega una fuerza militar extranjera en el pequeño archipiélago, cuenta a AsiaNews el obispo de Gizo, monseñor. Luciano Capelli: «Llevo aquí 23 años, poco después de que comenzaran los enfrentamientos étnicos entre las islas de Guadalcanal y Malaita». En 2003 se solicitó la intervención de la Regional Assistance Mission for Solomon Islands (RAMSI), una fuerza multinacional liderada por Australia «que en 13 años restableció la paz y entrenó a la policía local», continúa el obispo.
Pero en noviembre de 2021 las tensiones volvieron a estallar: los habitantes de la isla de Malaita habían protestado contra el gobierno encabezado por el primer ministro Manesseh Sogavare por la decisión de interrumpir las relaciones diplomáticas con Taiwán y establecerlas con China.
«Como Solomon Islands Church Association, habíamos hecho un llamamiento al diálogo», sigue diciendo el obispo. «Pero el primer ministro lo ignoró completamente y al principio llamó a Australia para restablecer el orden. Pero ahora está haciendo estos acuerdos con China, cuyos detalles no se han dado a conocer».
No está claro qué porcentaje de la población está en contra o a favor de estos nuevos acuerdos de seguridad. Las Iglesias, dice Mons. Capelli, por ahora «guardan silencio».
Sin embargo, tampoco es difícil entender por qué el actual gobierno se ha vuelto hacia China. Al propio Mons. Capelli lo llaman el «obispo volador» porque recorre la diócesis en hidroavión:
«La población, poco más de 700 mil habitantes, vive aislada en 1.000 islas a las que es difícil llegar con los medios y materiales para la subsistencia básica. Para ir a las estaciones de la misión tuve que obtener la licencia para manejar el hidroavión; después, para llevar comida a nuestras escuelas tuve que comprar dos pequeñas embarcaciones, porque a falta de muelles primero debemos descargar la mercancía en un bote pequeño y luego llevarla a tierra. Falta todo».
El obispo de Gizo sigue explicando la situación local:
«Guadalcanal, por ejemplo, la isla más grande, no tiene un hospital regional sino sólo el nacional, al que llegan todos los pacientes enviados desde las otras regiones».
Entonces es fácil comprender que «cuando llegue una 'China cualquiera' a construirnos un hospital, siempre será recibida como una libertadora». En las deudas - porque a Honiara le van a pedir que pague, eso es seguro - ya pensaremos después: «En los 23 años que llevo aquí no he visto ningún interés por parte de Estados Unidos, que ni siquiera ha desminado una pista del aeropuerto que sigue inutilizable por las bombas que lanzaron contra los japoneses durante la Segunda Guerra Mundial», comenta Mons. Capelli, que añade.
«Ya hemos tenido un conflicto entre grandes potencias aquí y no queremos otro. Sobre todo cuando vemos lo que está ocurriendo en Ucrania».
«Los salesianos conocemos bien el régimen chino», continúa el religioso de Don Bosco. «Muchos recuerdan las torturas y décadas de trabajos forzados. Todos vemos el estado de la Iglesia. Pero también sabemos que China está construyendo una infraestructura nunca vista aquí para los Juegos del Pacífico de 2023, por ejemplo».
Por el momento, el gobierno de Honiara dice que no ha autorizado la construcción de una base militar china, pero no se puede descartar que eso ocurra en el futuro. Australia y Nueva Zelanda, los aliados tradicionales, se sienten amenazados en lo que siempre han considerado su «patio trasero».
Sin embargo, el obispo piensa que la solución no es tomar partido por uno u otro: «¿Estamos por entrar en una nueva trampa donde dos o más superpotencias volverán a lanzarse bombas en Henderson o en Visale?», se pregunta Mons. Capelli. Y asegura:
«Somos un pueblo amante de la paz. Eliminemos la corrupción y nuestras querellas locales y dejemos que los proyectos de desarrollo del país despeguen sin que el dinero vaya a parar a los bolsillos de los particulares. ¿No podemos hacerlo por nosotros mismos si nos libramos de la corrupción y trabajamos duro como equipo? Sin delegar en nadie nuestro derecho a la autodefensa, sobre todo en un país que parece no respetar la democracia».
Es un camino cuesta arriba, admite, pero como buen salesiano Mons. Capelli cree en el valor de la educación y el esfuerzo:
«Habrá que trabajar duro, pero conservaremos nuestra libertad, nuestra soberanía y nuestra dignidad de pequeña nación orgullosa de sí misma».