(Vatican.news/InfoCatólica) Como introducción se procedió a la lectura de algunos parágrafos del Segundo Libro de los Macabeos que narra la vicisitud del anciano Eleazar uno de los principales maestros de la Ley – cuya vida fue irreprochable desde su niñez – quien se negó a comer carne de cerdo por respeto a las santas leyes establecidas por Dios, con la intención de que los jóvenes vieran que no iba a aceptar las costumbres paganas por miedo a perder lo poco de vida que le quedaba, sin deshonrarse en su vejez.
El Papa Francisco comenzó diciendo:
«En el camino de catequesis sobre la vejez, hoy encontramos un personaje bíblico de nombre Eleazar, un anciano que vivió en los tiempos de la persecución de Antíoco Epífanes. Su figura nos entrega un testimonio de la relación especial que existe entre la fidelidad de la vejez y el honor de la fe»
Antes de referirse a la «respuesta tranquila y firme de Eleazar» que se basa en un argumento que llama la atención, el Pontífice aludió a la simulación y a la hipocresía religiosa y clerical existente aún hoy.
A los queridos hermanos y hermanas presentes, hablando en nuestro idioma el Papa, recordando la figura de Eleazar, afirmó que la Biblia nos dice «que a este noble anciano se le propuso ganar unos días más de vida si traicionaba los preceptos de Dios, pero él rechazó esa posibilidad con firmeza y valentía».
«Eleazar decidió morir antes que renegar de la fe que profesaba, dando así ejemplo de fidelidad y de coherencia a las futuras generaciones. Su testimonio nos deja una gran herencia: ser coherentes con la propia fe, es decir, obrar siempre de acuerdo a lo que creemos, hasta el final de nuestros días»
No a la tentación de separar la fe y la vida
Francisco dijo que «la tentación de separar la fe y la vida también podemos encontrarla hoy, de diferentes maneras». Por ejemplo – añadió – «vemos que la práctica de la fe muchas veces se presenta de forma negativa, se ridiculiza o se margina, o bien se considera una cosa de ‘viejos’, algo inútil e incluso nocivo para la propia existencia.
Frente a esto, el Papa añadió:
«Estamos llamados a testimoniar que la fe no es algo reservado a una etapa de la vida, sino una bendición para todos, un don que siempre merece ser respetado y ser honrado»
Devolver a la fe su honor
Ciertamente –dijo Francisco– «sabemos que la práctica de la fe se puede convertir en una exterioridad sin alma. Pero en sí misma no lo es en absoluto. Quizá nos corresponde precisamente a nosotros, los ancianos, devolver a la fe su honor. Hacerla coherente».
Y añadió:
«La práctica de la fe no es el símbolo de nuestra debilidad, sino más bien el signo de su fuerza. Ya no somos niños o muchachos. ¡No bromeamos cuando nos pusimos en el camino del Señor!»