(Fides/InfoCatólica) «Entre los refugiados ucranianos, muchos enfermos, debido a su precario estado de salud, no pueden moverse porque están confinados en una cama de hospital o en una silla de ruedas. Hay personas solitarias y abandonadas que lo han perdido todo, incluso el apoyo de sus familias, alistadas en el servicio militar. Algunos sólo quieren confesarse y rezar». Así lo ha declarado a la Agencia Fides el Padre György Alfréd, Delegado General de los Ministros de los Enfermos (también conocidos como Camilos) en Austria que, junto con la Familia Camila laica de Austria y Hungría y Cáritas Hungría, están ayudando a miles de refugiados ucranianos en la zona de Munkacs, una ciudad al oeste del país.
El P. Alfréd ha estado en Ucrania dos veces en el último mes para dar consuelo y esperanza a los enfermos y a los que habían huido. Especialmente en los alrededores de Munkács, Ungvar y Nagyszöllös y otras ciudades de Transcarpacia. «Los alimentos y las medicinas - explica - se compraron gracias a las donaciones de Austria y Hungría. Muchos productos de primera necesidad ya no están disponibles en Ucrania, o tienen un precio demasiado elevado».
Pero no se trata sólo de entregar suministros de ayuda material. También es necesario el alimento espiritual: «Es importante escuchar y apoyar a los enfermos con la oración, llevándoles un signo de esperanza», observa el padre Alfréd. «Esto crea un profundo vínculo espiritual con esas personas: en muchos casos, rezan por los que se han quedado en las zonas de guerra o por los que han tenido que huir de su patria a causa de los bombardeos de sus hogares».
«Con nuestra oración – continúa explicando el P. György a la Agencia Fides -, podemos ayudar a devolver la paz a nuestros corazones, construyendo un puente de oración desde las dos partes, en el lado de la guerra y en el lado de la paz». «Las naciones y los países -continúa- pueden ser destruidos, pero el reino de Dios que nace en nosotros a través de la oración no puede ser destruido. De persona a persona, de alma a alma, podemos encontrarnos en el cielo a través de la oración». «Esta es nuestra tarea -concluye-, nuestra vocación: ver a Cristo, vivir, experimentar y también ser Cristo. Una vocación que puede dar esperanza y confianza. Cristo, que vive en nosotros, puede dar a este encuentro una curación interior».