(Guillermo Altarriba) A Borja Barragán le gusta decir que ha nadado entre tiburones durante quince años para navegar bien las aguas que recorre hoy: la inversión coherente con la fe católica. Hace cuatro años, dejó el banco en el que trabajaba y fundó Altum, una empresa de asesoramiento financiero que basa todas sus decisiones en el Evangelio y la Doctrina Social de la Iglesia.
Casado y padre de siete hijos, Barragán se sienta en el sillón de El Efecto Avestruz -una serie de entrevistas de la Asociación Católica de Propagandistas- para reflexionar sobre su periplo vital, sobre la consolidación del Faithful Investing y sobre si es verdad que invertir siguiendo el Magisterio implica partir con desventaja respecto a la competencia.
Dejó un trabajo seguro en el mundo de las finanzas y fundó una empresa anclada en los valores del Evangelio… De primeras, parece una apuesta arriesgada.
Estamos haciendo un pequeño órdago, sí. Vivimos en un mundo tan secularizado que prácticamente no incluimos a Dios en ninguna de nuestras decisiones, más allá de si vamos a misa los domingos o no. Nosotros pensamos «¿Por qué no incluir a Dios en la gestión del patrimonio?». Si yo quiero estar cerca de Él, mis comportamientos deben ser acordes y coherentes, también en un área tan alejada de lo espiritual. Lo único que queremos es evangelizar el mundo de las finanzas.
¿Es posible invertir en cristiano?
Hace veinte años te diría que es tremendamente complicado, pero hoy la sociedad ha evolucionado de manera que se ha vuelto mucho más sencillo invertir de manera íntegra y coherente con tu fe. Esta alternativa, esta posibilidad, es una de las razones de ser de Altum.
Faithful Investing, inversión coherente con la fe… ¿En qué se concreta?
En incorporar criterios morales a tus decisiones de inversión. Ojo: nosotros no pedimos a las empresas que enarbolen la bandera del catolicismo, sino que desarrollen su actividad sin entrar en conflicto con criterios de fe. Tras revisar los documentos doctrinales de la Iglesia sobre la cuestión, en Altum hemos concretado cuatro pilares: promoción de la vida, promoción de la dignidad humana, promoción de la familia y protección de la creación.
Los criterios van más allá que los de la llamada inversión ética, o sostenible. ¿Aquellos no son suficientes?
La inversión coherente con la fe es el siguiente paso. Para el inversor cristiano, los criterios ESG -ambientales, sociales y de gobierno corporativo- muchas veces se quedan cortos. Un ejemplo: te puedes encontrar con una compañía que no produzca emisiones tóxicas y cuya junta cuente con un 50% de mujeres, pero que en su actividad investigue con embriones humanos. Para un cristiano, esto debería suponer un dilema ético, y en esta encrucijada la obligación del cristiano es elegir aquellas compañías que no entren en conflicto con su fe.
Lo decía Juan Pablo II: «Invertir en un lugar y no en otro es siempre una opción moral». ¿Obrar así implica sacrificar rentabilidad?
Ni mucho menos. Existe el mito de que incorporar una serie de criterios éticos -en nuestro caso, procedentes del magisterio católico- puede llevar a pérdidas en una cartera de inversión, pero en los cuatro años que llevamos navegando en Altum hemos comprobado que los resultados financieros son comparables a las carteras convencionales. Es algo que cuidamos mucho, porque en Altum buscamos la excelencia en nuestra profesión, y esta consiste en diseñar carteras de inversión sólidas y que den una rentabilidad adecuada.
¿Cómo es el cliente que acude a Altum?
Nuestro cliente habitual son entidades con sensibilidad cristiana y con un patrimonio suficientemente grande como para necesitar asesoramiento profesionalizado, pero estamos haciendo un cambio de rumbo. Entendemos que -dado que «católico» significa «universal»- la inversión coherente con la fe debe ser accesible a todo el mundo, y hemos tomado varias medidas en este sentido.
¿Como cuáles?
Primero, hemos lanzado un fondo de inversión a través del cual cualquier persona particular puede invertir, acudiendo a su banco. Próximamente sacaremos dos más: un ETF y un fondo en el extranjero, lo que es una gran alegría. Además, hemos lanzado Altum App, una aplicación gratuita que ofrece al usuario una especie de check list para consultar antes de tomar una decisión financiera, sea invertir o consumir. Permite hacer una comprobación rápida de si esa compañía en concreto entra o no en conflicto con alguno de los cuatro pilares que te comentaba: vida, familia, dignidad humana y protección de la creación.
En lo personal, ¿cuándo se dio cuenta de que había un modo distinto de enfocar su trabajo?
En 2013, toda la familia estábamos realizando un máster de Pastoral Familiar, y ahí se encendieron varias luces. Redescubrí mi vocación al matrimonio y me sentí interpelado por la llamada a tener una auténtica unidad de vida, en todos los aspectos. Yo no vivía de forma coherente: era un hombre de familia los sábados y los domingos, pero un tiburón de lunes a viernes. En el fondo de mi corazón, había un anhelo de algo más.
Fue un punto de inflexión.
Fue un revulsivo muy grande, sí. Pasé un periodo de discernimiento potente y -gracias al apoyo de mi mujer y de diversos sacerdotes- tomé la decisión. En 2015, dejé el banco en el que trabajaba para empezar este proyecto de inversión coherente con la fe.
¿Ya conocía este concepto?
No, yo entonces no tenía ni idea de inversiones éticas. Lo primero que pensé fue en formarme, así que fui a Harvard para aprender sobre inversiones sostenibles, y allí descubrí el concepto de endowment, de fondo dotacional, que vi perfectamente aplicable al mundo de las congregaciones religiosas. Brujuleando e investigando, me di cuenta de que podía trasladar e implementar criterios afines al magisterio a la toma de decisiones de inversión.