(Vatican.news/InfoCatólica) Una familia ucraniana y una rusa llevarán juntas la cruz durante el Vía Crucis que presidirá el Papa Francisco la noche del Viernes Santo en el Coliseo de Roma. Será en la estación donde se recuerda la muerte de Jesús en la cruz y la meditación dará voz al sufrimiento que están padeciendo por la guerra. Lo anunció hoy la sala de prensa del Vaticano junto con la presentación de los textos de la celebración que -por voluntad del Papa Francisco- este año estarán centrados en la vida concreta de las familias. En otras estaciones, también llevarán la cruz un matrimonio anciano, una familia que dirige un albergue, una familia que acaba de perder un hijo y una familia de migrantes.
En la estación de la muerte de Jesús, llevarán la cruz las familias de una enfermera ucraniana, Irina, y una estudiante de enfermería rusa, Albina, ambas residentes en Roma. La meditación que acompaña esta estación dirá:
«Todo cambia en pocos segundos. La existencia, los días, la despreocupación de la nieve en invierno, ir a buscar a los niños a la escuela, el trabajo, los abrazos, las amistades, todo. Todo pierde improvisamente valor. Señor, ¿dónde estás? ¿Dónde te escondiste? Queremos la vida de antes. ¿Por qué todo esto? ¿Qué culpa cometimos? ¿Por qué nos has abandonado? ¿Por qué has abandonado a nuestros pueblos?.
Se nos acabaron las lágrimas. La rabia ha dado paso a la resignación. Sabemos que Tú nos amas, Señor, pero no sentimos este amor y eso nos hace enloquecer. Nos despertamos por la mañana y por unos segundos somos felices, pero después recordamos de inmediato lo difícil que será reconciliarnos. Señor, ¿dónde estás? Háblamos desde el silencio de la muerte y la división, y enséñanos a reconciliarnos, a ser hermanos y hermanas, a reconstruir lo que las bombas habrían querido aniquilar».
En otra de las estaciones anteriores, cuando Jesús es traicionado por Judas y abandonado por sus amigos, la meditación cuenta las penurias de una familia en misión: «Partimos para la misión -dicen- hace casi diez años, porque no era suficiente ser felices, queríamos dar nuestra vida para que otros experimentaran esa misma alegría. Queríamos mostrar el amor de Cristo también a quienes no lo conocían, no importaba dónde. Pero no es fácil; no escondemos la angustia y el miedo de que nuestra familia lleve una vida precaria, lejos de nuestro país. A todo esto, se agrega el terror de la guerra tan dramáticamente actual en estos meses». A veces - sigue diciendo la meditación - ante el dolor y el sufrimiento de una madre que muere en el parto o con más frecuencia bajo las bombas, o de una familia destruida por la guerra o por el hambre y los abusos, viene la tentación de responder con la espada, de huir, de abandonarte, de dejar todo pensando que no vale la pena. Pero sería traicionar a nuestros hermanos más pobres, que son tu carne en el mundo y que nos recuerdan que Tú eres el Viviente».