(AFP/InfoCatólica) Entre los siglos XVI y XVIII, unas 4.000 personas fueron acusadas en Escocia de brujería, y el 84% de ellas eran mujeres. Más de 2.500 personas fueron ejecutadas, en su mayoría estranguladas y luego quemadas, tras extraerles confesiones bajo tortura.
El martes, con motivo del Día Internacional de la Mujer, Nicola Sturgeon declaró ante el Parlamento escocés que «reconoce esa injusticia histórica flagrante».
Presentó «disculpas póstumas oficiales a todas las personas acusadas, condenadas, calumniadas o ejecutadas en aplicación de la ley de 1563 sobre brujería».
Esta ley, que condenaba a la pena capital a personas declaradas culpables de brujería, estuvo en vigor hasta 1736.
«En una época en que las mujeres no eran ni siquiera autorizadas a dar testimonio ante un tribunal, eran acusadas y se las mataba porque eran pobres, diferentes, vulnerables o, en muchos casos, solo por ser mujeres», declaró Sturgeon, líder del de partido independentista SNP.
La organización «Witches of Scotland» (Brujas de Escocia), creada hace dos años, hace campaña para obtener un perdón histórico, la gracia para los condenados por brujería y un monumento en su honor.
Sturgeon subrayó que «hay regiones del mundo donde en la actualidad mujeres se arriesgan a persecuciones y a veces mueren porque fueron acusadas de brujería».
La caza de brujas en Escocia fue obra del Estado, de una élite que creía que «el demonio intentaba hacer todo el mal que podía y que las brujas eran sus aliadas», afirma Julian Goodare, profesor emérito de Historia en la Universidad de Edimburgo.
Fenómeno protestante
Se da la circunstancia de que el fenómeno de la quema de brujas se dio sobre todo en territorios donde el protestantismo era mayoritario. Mientras que en la Alemania luterana se condenaron a muerte a 25.000 mujeres, se calculan únicamente 59 casos en España, 36 en Italia y 4 en Portugal, donde la Inquisición, a pesar de lo indicado por la leyenda negra, era mucho más garantista que otro tipo de tribunales. El sur de Europa, mayoritariamente católico, permaneció casi totalmente ajeno a uno de los episodios más oscuros en la historia del continente.