(Arch Burgos/InfoCatólica) Don Mario Iceta quiso de esta manera agradecer el trabajo misionero desarrollado por esta familia perteneciente al Camino Neocatecumenal, a la vez que se preocupó por las dificultades que atraviesa el país y se ofreció disponible para ayudarlos en cualquiera de sus necesidades.
Una semana y tres furgonetas
César Campomar nació en Bilbao, aunque pronto se trasladó a Burgos, donde descubrió el Camino Neocatecumenal. Allí conoció a su mujer, María Axiliadora, y ambos se ofrecieron a ir a la misión. Tras haber pasado seis años como misioneros en Bielorrusia –donde les dieron un «ultimátum porque sabían que éramos de la Iglesia»–, los responsables del Camino los enviaron por sorteo a Kiev. Allí colaboran con la recién creada parroquia de San Alejandro, que aglutina a una población de 400.000 personas pero a la que solo acude un millar de católicos a rezar cada domingo.
Aturdidos por una invasión que nadie imaginaba, la familia decidió abandonar el país el jueves de la semana pasada, horas después del lanzamiento de las primeras bombas. César, su mujer María Auxiliadora y siete de sus diez hijos, con sus respectivas esposas e hijos (dos de ellos, seminaristas, se han quedado en Ucrania y otro reside en Murcia) decidieron emprender el viaje de regreso a Burgos acompañando a la madre de César, de 90 años de edad –ayer mismo fue su cumpleaños– y enferma de alzheimer. En total, 25 personas: 13 adultos y 12 niños. Dos de ellos regresaron en avión y el resto en tres furgonetas que han tardado una semana en pisar suelo burgalés tras atravesar la frontera con Hungría («era más sencillo que hacerlo por Polonia») y hacer parada en Trieste y Niza.
Por el camino, relatan cómo han sido «espectadores de los milagros que Dios ha hecho con nosotros», pues han visto cómo las incomodidades del viaje (llegaron a estar parados más de 13 horas en la frontera y apenas les ofrecían 20 litros de combustible en cada gasolinera) y las averías en algunos de sus vehículos se han solventando «gracias a la generosidad de la gente» que han encontrado por el camino. «Algunos de los bebés solo tenían certificados de nacimiento, pero carecían todavía de la documentación oficial y nos han atendido bien», relata César. Además, la Federación de fútbol les ayudó pagando para ellos un hotel en Hungría y poniendo a su disposición dos coches y dos conductores, que los han traído hasta Burgos.
La familia Campomar Hernando mira con preocupación la situación que se vive en Ucrania y desean descubrir «la mano de Dios en todo esto», «que él nos ayude a descubrir su voluntad» y los caminos que les tiene preparados en Burgos en los próximos meses, si bien su corazón sigue en Ucrania, donde desean volver lo antes posible, como relata Mariauxi.