Francisco dice que es muy triste que pueblos que se dicen cristianos entren en guerra
Tanques rusos cerca de la frontera con Ucrania

Ante la situación en Ucrania

Francisco dice que es muy triste que pueblos que se dicen cristianos entren en guerra

«Qué triste es, cuando personas y pueblos orgullosos de ser cristianos ven a los demás como enemigos y piensan en hacer la guerra», dijo el papa Francisco ayer domingo 20 de febrero, mientras el mundo contiene la respiración por las noticias de Ucrania. Francisco reiteró su invitación a la paz dirigiéndose a los fieles presentes en la Plaza de San Pedro para el rezo del Ángelus.

(Aica/InfoCatólica) El motivo de esta reflexión fue el comentario al pasaje evangélico de Lucas que ofrece la liturgia de hoy con la invitación de Jesús «Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los odian», seguida de la imagen aún más concreta: «Al que te pegue en una mejilla, preséntale también la otra».

«El Señor -comentó el pontífice- parece pedir lo imposible. Además, ¿por qué amar a los enemigos? Si no reaccionas ante los acosadores, todos los abusos reciben luz verde, y esto no es justo. Pero, ¿realmente el Señor nos pide cosas que son imposibles, incluso injustas?».

Francisco invitó a releer esta invitación a la luz de las palabras dirigidas por Jesús al guardia que lo había abofeteado durante la Pasión: «Si he hablado mal, muéstrame dónde está el mal. Pero si he hablado bien, ¿por qué me golpeas?».

«Poner la otra mejilla - explicó Francisco - no significa sufrir en silencio, ceder ante la injusticia. Con su pregunta Jesús denuncia lo que es injusto. Pero lo hace sin ira ni violencia, más bien con bondad. No quiere desencadenar una discusión, sino desactivar el rencor: extinguir juntos el odio y la injusticia, tratando de recuperar al hermano culpable».

La mansedumbre de Jesús es, por tanto, una respuesta más fuerte: «Volver la otra mejilla - prosiguió el Papa - no es la caída del perdedor, sino la acción de quien tiene una mayor fuerza interior, que vence el mal con el bien, que abre una brecha en el corazón del enemigo, exponiendo lo absurdo de su odio. No lo dicta el cálculo, sino el amor».

Pero, ¿es posible amar a los enemigos de uno también de esta manera? «Si solo dependiera de nosotros -respondió Francisco- sería imposible. Pero recordemos que cuando el Señor pide algo, lo quiere dar. Cuando me dice que ama a sus enemigos, quiere darme la capacidad de hacerlo». Es por tanto gracias al Espíritu de Jesús que «podemos responder al mal con el bien, amar a los que nos hacen daño. Los cristianos también».

Es cierto para la vergüenza de las guerras, pero también para muchas más situaciones cotidianas en las que guardamos rencor hacia quienes nos hicieron daño.

«Rezar por los que nos han tratado mal -concluyó el Papa- es lo primero para transformar el mal en bien. Que la Virgen María nos ayude a ser pacificadores con todos, especialmente con aquellos que nos son hostiles y no nos quieren».

Después de la oración mariana, saludando a los grupos presentes, Francisco quiso expresar su cercanía a las poblaciones afectadas por los desastres naturales en el sureste de Madagascar y en la zona de Petrópolis en Brasil.

 

 

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