(Fides/InfoCatólica) La salvación prometida por Dios no está reservada a determinados grupos étnicos, ni a ciertas categorías morales. Su misericordia abraza a todo aquel que se arrepiente, y a veces escandaliza a quienes pretenden poseer en exclusiva y a priori los dones de la gracia.
La reflexión ofrecida este año por el Patriarca caldeo como herramienta para preparar el llamado «Ayuno de Nínive», que la Iglesia caldea se dispone a vivir del lunes 7 al miércoles 9 de febrero, está llena de sugerencias liberadoras para disfrutar de los tesoros de las prácticas piadosas tradicionales.
La práctica hace referencia al ayuno pedido por el profeta Jonás a los habitantes de esa ciudad corrupta, que se encontraba en la zona de la actual Mosul, metrópoli del norte de Irak que permaneció en manos de los yihadistas del Califato Islámico (Daesh) entre 2014 y 2017. Ese ayuno - se lee en la Biblia- conmovió a Dios (cf. Sión 3:1) y salvó a la ciudad de la aniquilación.
En los últimos años, el Patriarca Sako siempre ha invitado a los miembros bautizados de la Iglesia caldea a vivir el Ayuno de Nínive, pidiendo al Todopoderoso los dones de la paz, la armonía nacional y el fin de la pandemia. Este año, la reflexión sobre el Ayuno de Nínive ofrecida por el cardenal iraquí contiene preciosas notas filológicas, exegéticas e históricas sobre el Libro de Jonás. Pero el texto bíblico ofrece al patriarca sobre todo ideas sugestivas para recordar los rasgos de gratuidad y universalidad que caracterizan la salvación prometida por Cristo a todos los pueblos.
«La palabra «Ba'utha» - recuerda el Patriarca Sako en su intervención, difundida por los medios oficiales del Patriarcado - significa en siríaco una petición y una súplica. El patriarca Ezequiel (570-581) ordenó un ayuno de penitencia tras la propagación de la epidemia de peste en Mesopotamia y la muerte de un gran número de personas, para pedir su fin, de forma similar a lo que ha ocurrido con la pandemia del Covid-19».
El autor del Libro de Jonás - prosigue el cardenal iraquí -, quiere ante todo informar de una nueva palabra sobre Dios, «para revelar que la salvación prometida por Dios es para todos y su infinita misericordia abarca a todos los que se arrepienten». El escritor del texto sagrado «ve de manera sublime la verdad ineludible de la solidaridad amorosa de Dios con los pecadores y los pobres, y su deseo de verlos salvados».
La palabra «Jonás» -continúa el Patriarca- en hebreo y siríaco significa «paloma». Pero el Profeta al que se refiere ese nombre «no es precisamente una paloma de la paz»: esgrime la «amenaza del castigo» y parece encerrado en un nacionalismo religioso intolerante, hasta el punto de querer eludir el mandato de Dios, que le envía a predicar el arrepentimiento y la posible salvación en una ciudad alejada de Israel, a un pueblo percibido como hostil. Jonás trata de escapar en la dirección opuesta a la indicada por Dios. Entonces, cuando todo el pueblo de Nínive se arrepiente, ayuna y ve que se produce la salvación prometida por el Señor, Jonás se enfada por este gesto de misericordia divina, casi reprochando a Dios que haya salvado por gracia a una nación malvada y enemiga.
La posición de Jonás -subraya el Patriarca- recuerda a todos los rigorismos que pretenden monopolizar la salvación de Dios por mérito propio. Pero Jesús «vino a salvar al mundo», y el relato del profeta Jonás muestra que los paganos suelen estar más dispuestos a arrepentirse y convertirse que los que se consideran salvados «a priori», por unas condiciones determinadas. Al final, Jonás también se alegra del cambio que se ha producido gracias a su predicación. «Así -añade el Patriarca- el Libro de Jonás nos enseña a confiar en la misericordia del Señor, a rezar por los demás y a alegrarnos de su arrepentimiento, en lugar de refunfuñar». Las dos posiciones que se enfrentan en el libro de Jonás y a lo largo de la historia de la salvación son, por un lado, la del perdón y el arrepentimiento, y por otro, la de la obstinación y el fanatismo. Por eso -señala el Patriarca Sako- es conveniente reconocer que «el mensaje del Libro de Jonás no se dirigía sólo al pueblo de la antigua Nínive, sino que es un mensaje que nos llega a todos, a través de las generaciones». La reflexión del cardenal iraquí concluye con una invitación a rezar «por la paz y la estabilidad en nuestro país, para que la pandemia causada por el Covid-19 desaparezca en todo el mundo, para que el medio ambiente no sea devastado y por la unidad de nuestras Iglesias».