/Katolisch/InfoCatólica) El viernes, el grupo Diálogo de Reforma sobre el Futuro de la Iglesia Católica en Alemania, reunido en Franfurt, debatió en primera lectura el correspondiente texto base. El documento trata de la justicia de género en la Iglesia católica y subraya: «No es la participación de las mujeres en todos los servicios y oficios de la Iglesia lo que requiere justificación, sino la exclusión de las mujeres de los oficios sacramentales».
Asegura, en contra de toda evidencia, que no existe «ninguna línea de tradición clara» para la exclusión de las mujeres. Además de las «supuestas declaraciones claras en la corriente principal de la tradición en perjuicio de las mujeres», siempre ha habido desarrollos contrarios. Además, se exige un «cuestionamiento y cambio fundamental de las estructuras y relaciones de poder imperantes».
Décadas esperando un texto así.
En el debate sobre el proyecto, los partidarios subrayaron que el texto corrige una concepción anticuada del género en la iglesia, así como la discriminación y la exclusión de las mujeres. Muchas mujeres llevaban décadas esperando un texto así, han asegurado. El texto, dicen, reúne buenos argumentos teológicos para el cambio. Los críticos se quejaron de que las diferencias entre los sexos se nivelaron demasiado, pero admitieron que hay un alto nivel de reflexión en el texto.
Visiblemente emotiva fue la intervención de la hermana Katharina Kluitmann, presidenta de la Conferencia Alemana de Superiores de Órdenes Religiosas (DOK). «No sólo las mujeres jóvenes sufren por esta iglesia y por vivir como mujeres en esta iglesia». Ella misma nació en 1964, dijo, y mira hacia atrás en una historia de 41 años de dolor en la iglesia. «Las mujeres mayores han vivido cosas terribles en esta iglesia, y no por nada, sino simplemente por ser mujeres». Las mujeres en los ministerios de la iglesia, dijo, ofrecen riqueza. «Y no creo que podamos prescindir de ella si no queremos quedarnos siempre atrás».
El documento se remitió al foro responsable del Camino Sinodal como base para seguir trabajando.
Tema zanjado de forma infalible por el Magisterio de la Iglesia
La realidad, por mucho que quieran cambiarla en Alemania, es que la Iglesia no puede en ninguna manera admitir la ordenación de mujeres. Se encargó de zanjar el asunto Juan Pablo II tal y como recordó recientemente el cardenal Luis Ladaria, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe.
San Juan Pablo II, Papa, dedicó una carta apostólica, Ordinatio sacerdotalis, a explicar por qué la Iglesia no puede ordenar mujeres como sacerdotes, poniendo en juego toda la autoridad papal para zanjar definitivamente la cuestión. La carta acaba así:
«Si bien la doctrina sobre la ordenación sacerdotal, reservada sólo a los hombres, sea conservada por la Tradición constante y universal de la Iglesia, y sea enseñada firmemente por el Magisterio en los documentos más recientes, no obstante, en nuestro tiempo y en diversos lugares se la considera discutible, o incluso se atribuye un valor meramente disciplinar a la decisión de la Iglesia de no admitir a las mujeres a tal ordenación.
Por tanto, con el fin de alejar toda duda sobre una cuestión de gran importancia, que atañe a la misma constitución divina de la Iglesia, en virtud de mi ministerio de confirmar en la fe a los hermanos (cf. Lc 22,32), declaro que la Iglesia no tiene en modo alguno la facultad de conferir la ordenación sacerdotal a las mujeres, y que este dictamen debe ser considerado como definitivo por todos los fieles de la Iglesia».
La Congregación para la Doctrina de la Fe respondió a una dubia sobre la naturaleza del pronunciamiento pontificio, advirtiendo que se trata de una doctrina propuesta infaliblemente por la Iglesia:
Pregunta: Si la doctrina que debe mantenerse de manera definitiva, según la cual la Iglesia no tiene facultad de conferir la ordenación sacerdotal a las mujeres propuesta en la Carta Apostólica Ordinatio sacerdotalis, se ha de entender como perteneciente al depósito de la fe.
Respuesta: Sí. Esta doctrina exige un asentimiento definitivo, puesto que, basada en la Palabra de Dios escrita y constantemente conservada y aplicada en la Tradición de la Iglesia desde el principio, ha sido propuesta infaliblemente por el Magisterio ordinario y universal (cf. Lumen gentium, 25,2). Por consiguiente, en las presentes circunstancias, el Sumo Pontífice, al ejercer su ministerio de confirmar en la fe a sus hermanos (cf. Lc 22,32), ha propuesto la misma doctrina con una declaración formal, afirmando explícitamente lo que siempre, en todas partes y por todos los fieles se debe mantener, en cuanto perteneciente al depósito de la fe.