(Kath.net/InfoCatólica) El cardenal Muller cree que Benedicto XVI no necesita en realidad que le defiendan porque «acusarle de una actitud moralmente tan baja no sólo muestra una total falta de respeto hacia una persona y un cristiano que ha sido de lo más meritorio para la Iglesia y la sociedad, sino que es revela las verdaderas intenciones, que se han cumplido en la campaña de difamación inmoderadamente insensata contra él». Y añade:
«Cada día me encuentro con muchas personas de diferentes naciones que me preguntan cómo es posible que en Alemania se llame mentiroso a un Papa de su patria. A la vista de estos acontecimientos, uno no puede más que avergonzarse de ser alemán, sobre todo también porque tantas personas que son por sí mismas de buena voluntad caen en la propaganda anticatólica».
Müller explica, en una entrevista realizada por Lothar Rilinger, que «en el pasado, ciertamente existía la práctica bienintencionada de no involucrar al Ordinario en todos los detalles del comportamiento impuro de sus clérigos y empleados laicos, porque no se quería imponerle eso y se pensaba que se podía resolver el problema a nivel del departamento de personal. Hoy en día, la gente es más sensible y está alerta a los primeros signos». Pero advierte: «El nuevo peligro es que se sospeche apresuradamente de personas inocentes o incluso se las arroje a los medios de comunicación. Todos los indignados y agitadores del caso del cardenal Pell, que fue absuelto de todos los cargos de abuso sexual en última instancia, ¿han pedido perdón o al menos han pedido disculpas a Dios en su conciencia?»
La farsa del liberalismo moral
El cardenal alemán recuerda que «tras el Concilio, se extendió también una imagen progresista de los sacerdotes cuyos protagonistas ya no querían ser tan «estirados» en materia de moral sexual. El ex-cardenal liberal McCarrick de los Estados Unidos fue excusado durante años en estos círculos con la excusa de que sus víctimas eran sólo (sic) candidatos al sacerdocio que sabían lo que hacían como adultos».
El problema sigue hoy:
«En esta línea frívola siguen hoy los hipócritas «reformadores de la Iglesia» que quieren prevenir los delitos sexuales contra los adolescentes legitimando los contactos heterosexuales y homosexuales de los sacerdotes o empleados laicos con los adultos. Al hacerlo, socavan la moral revelada y la ética natural, convierten el celibato en una farsa blasfema y profanan el matrimonio del hombre y la mujer como fundamento divino. Lo que es pecado no lo determina el propio cristiano desde el día de su madurez civil, es decir, desde que cumple 18 años. Como niños, jóvenes, adultos, ancianos, sabemos que somos responsables ante Dios y su santa voluntad. Incluso el filósofo precristiano Séneca lo reconocía: «En un reino nacemos: obedecer a Dios es la libertad». (De la vida feliz 15:7). Tanto más creemos los cristianos que cumpliendo los mandamientos de Dios nos hacemos libres y felices. «Porque habéis sido llamados a la libertad... Sólo que no utilicéis la libertad como excusa para la carne, sino servíos los unos a los otros con amor». (Gálatas 5:13)»
Jueces y parte
Volviendo al tema de Benedicto XVI y los autores del informe que le acusa de mentir, dice:
«Estos abogados quieren ser investigadores, fiscales, defensores y jueces, todo en uno. Sólo los tribunales ordinarios del Estado son responsables de determinar los delitos en el sentido del derecho penal. Es ilegítimo apelar a instancias seculares sobre las acciones de gobierno de los obispos en su oficio espiritual. Con respecto a la jurisdicción estatal, los obispos y los sacerdotes, como todos los ciudadanos, tienen los mismos derechos y obligaciones.
Los que encargaron el informe deberían haber sabido que sólo el Papa, con sus tribunales eclesiásticos romanos, administra justicia sobre los obispos según el derecho canónico. Y, de todos modos, nadie puede dictaminar sobre Benedicto XVI en materia eclesiástica, aunque ahora tenga la condición de Papa emérito. El objetivo de una investigación de este tipo sólo puede ser hacer justicia a las víctimas de abusos sexuales ahora, si no se ha hecho ya, y llevar a la jurisdicción secular o eclesiástica a los delincuentes no reconocidos anteriormente».