(Asia News/InfoCatólica) El patriarca de Moscú, citando el canon litúrgico bizantino, indicó que en esa fecha el «esperado por los pueblos, el Señor viene a nosotros ahora, para la salvación del mundo», y los pueblos son los antiguos y los de los tiempos modernos, también obligados al exilio y a las travesías por el desierto de las guerras y las pandemias.
En su mensaje, Kiril aseguró que «la gente se alegra de sentir la presencia de Dios y de escuchar su voz, de que esté a su lado, de poder dirigirse a Él y sentirse protegida, totalmente segura», especialmente en estos tiempos en los que las diversas amenazas siguen poniendo a todos en un estado de incertidumbre y desesperación.
Hoy los «vientos de tormenta afligen nuestra existencia: es difícil hacer previsiones y organizar planes, porque estamos continuamente preocupados y tensos por lo que pueda pasar mañana. En estas condiciones sentimos de forma muy aguda la fragilidad del ser humano y nos damos cuenta de cuán grande es el regalo de cada nuevo día, que Dios nos concede», subrayó Kirill. «Comprendemos lo duro que es verse en una situación de soledad forzada, y cuán importante es tener lazos frecuentes con nuestros familiares y seres queridos».
El Patriarca de los ortodoxos rusos invitó a contemplar a la Sagrada Familia, a Jesús, José y María, «para comprender que sólo el amor a Dios y al prójimo puede fortalecernos en las múltiples pruebas, expulsar los miedos de nuestro corazón y darnos fuerza para hacer buenas obras».
Kirill llamó a identificarse con María, cuando se encontró en una ciudad desconocida para ella, en un lugar desierto, en una gruta con los animales, pero como proclama el Troparium de la fiesta, «la mísera cabaña se le reveló como un espléndido palacio, porque su corazón rebosaba de amor por su Hijo y por Dios, y este amor transfiguró todo lo que la rodeaba, hasta el punto de que la Virgen Purísima no reparó en las incomodidades, ni siquiera en la extrema pobreza de aquel pesebre».
El Patriarca recordó que la conciencia de María «es muy diferente de nuestros sentimientos por las dificultades que atravesamos» Durante el aislamiento, para muchos la casa materna deviene como una prisión», se cae en una «depresión y empezamos a ver todo negro». En cambio, al nacer el Hijo de Dios «toda la creación, hombres, ángeles y animales, los 'servidores de la Santísima Luz de los Tres Soles', como dice el canon de Maitines, «todos unidos en torno a Cristo», se detienen junto al lecho del Niño.
El Señor promete paz y alivio a los que están oprimidos por el pesado yugo de las cargas de la vida, así que «despojémonos de las sombras del miedo y de la falta de fe, de las angustias y de los sufrimientos del corazón, y escuchemos la voz del Hijo de Dios, que promete alivio a los que están cansados», dice el patriarca. «Viene a enseñarnos a vivir de tal manera que devolvamos a la realidad la dicha perdida, la del paraíso, y aún más, a unirnos con el Señor de una manera misteriosa e inefable».
Los versículos (stichira) de la fiesta repiten continuamente que «el Rey del Cielo ha nacido en la tierra», y a los fieles sólo les queda la tarea de acogerlo y responder con sus acciones, recordó Kirill, «viviendo según los mandamientos y con obras de misericordia, fuertes en la fe y la esperanza, dispuestos a recibir la abundancia de sus dones», para superar todas las dificultades. El Patriarca concluyó su mensaje con las palabras de San León Magno, Papa:
«Nadie está excluido de participar en esta alegría, porque el motivo de alegría es el mismo para todos; que se alegre el santo, porque se acerca a su gloria, y que se alegre el pecador, porque se le concede el perdón».