(Aica/Infocatólica) Francisco, antes de la oración del Ángelus, desde la ventana del estudio del Palacio Apostólico subrayó que en el momento en que Jesús recibe el Bautismo, el texto evangélico destaca que «estaba orando».
Y agregó el Papa: «Nos hace bien contemplar esto: Jesús reza. ¿Pero cómo? Él, que es el Señor, el Hijo de Dios, ¿reza como nosotros? Sí, Jesús –lo repiten muchas veces los Evangelios– pasa mucho tiempo en oración: al inicio de cada día, a menudo de noche, antes de tomar decisiones importantes. Su oración es un diálogo vivo, una relación íntima con el Padre».
Así, en el Evangelio de hoy podemos ver los «dos movimientos» de la vida de Jesús: por una parte, desciende hacia nosotros en las aguas del Jordán; por otra, eleva su mirada y su corazón orando al Padre.»
Es esta una «gran enseñanza» para nosotros, señaló el Santo Padre: inmersos «en los problemas de la vida y en muchas situaciones intrincadas, llamados a afrontar momentos y elecciones difíciles que nos abaten», si no queremos permanecer aplastados, «tenemos necesidad de elevar todo hacia lo alto».
Y así, la oración, «que no es una vía de escape, no es un rito mágico ni una repetición de cantilenas aprendidas de memoria», es «el modo», según el Papa, «de dejar que Dios actúe en nosotros, para captar lo que Él quiere comunicarnos incluso en las situaciones más difíciles», y, de este modo, «tener la fuerza de ir adelante».
«La oración nos ayuda porque nos une a Dios, nos abre al encuentro con Él. Sí, la oración es la clave que abre el corazón al Señor. Es dialogar con Dios, es escuchar su Palabra, es adorar: estar en silencio encomendándole lo que vivimos. Y a veces también es gritar a Él como Job, desahogándose con Él.»
«Sobre todo, nos permite tener la misma experiencia de Jesús en el Jordán: nos hace sentir hijos amados del Padre. También a nosotros, cuando rezamos, el Padre dice, como a Jesús en el Evangelio: «Tú eres mi hijo, el amado».
Nuestro ser hijos comenzó el día del Bautismo, que nos ha inmerso en Cristo y, miembros del Pueblo de Dios, nos ha hecho convertirnos en hijos amados del Padre. ¡No olvidemos la fecha de nuestro Bautismo!»
Antes de concluir el papa Francisco dejó para la reflexión de los fieles algunas preguntas: «¿cómo va mi oración? ¿Rezo por costumbre, desganado, sólo recitando algunas fórmulas? ¿O cultivo la intimidad con Dios, dialogo con Él, escucho su Palabra?»