(Asia News/InfoCatólica) En el ataque no hubo víctimas porque pudieron escapar a tiempo antes que las llamas destruyeran todo.
El incidente fue protagonizado por un grupo de musulmanes, entre ellos un policía que ya fue suspendido de sus funciones pero contó con la ayuda de sus compañeros para escapar del arresto.
La banda atacó la casa de Wazir Masih, un trabajador sanitario cristiano que en ese momento estaba celebrando la boda de su hijo Ahsan. Los problemas comenzaron cuando llegó un vecino musulmán, Tariq Pehalwan, que no estaba invitado pero entró a la casa evidentemente alterado, creando confusión y hostigando a las mujeres mientras les arrojaba dinero para atraerlas.
Fue expulsado por el dueño de casa y poco después regresó con unas diez personas armadas, cinco de las cuales todavía no han sido identificadas. Los asaltantes comenzaron a golpear a los invitados, dispararon al aire y apuntaron a las mujeres, acosándolas e intentando arrancarles la ropa. Tariq gritaba que los presentes estaban participando en una celebración «cristiana» y merecían «una lección», mientras sus secuaces golpeaban a los varones de la familia y desnudaban a sus esposas e hijas.
Los disparos llamaron la atención de los vecinos del barrio, que comenzaron a gritar aterrorizados. Mientras tanto, el hijo de Wazir Masih llamó a la policía, que llegó al lugar de los hechos cuando los agresores ya habían huido, lanzando amenazas de muerte. Cuando los agentes se fueron, los atacantes volvieron y robaron joyas y dinero que los invitados habían regalado a los recién casados. Por último, rociaron muebles y enseres con gasolina y les prendieron fuego.
La familia pudo salvarse porque escaparon de la casa antes de que las llamas la envolvieran por completo. En los días siguientes, gracias al testimonios de los presentes, la familia Masih denunció el ataque a la policía, que solo bajo presión y por la intervención de algunos activistas locales aceptó la denuncia. El 12 de diciembre se registró el FIR (First Information Report), pero los miembros del grupo, después de pasar unas horas en el cuartel, fueron liberados bajo fianza y desde ayer se encuentran nuevamente en libertad. Se teme que puedan vengarse, dando lugar a una nueva espiral de violencia y masacres como ya ocurrió en el pasado, amparándose en el clima de impunidad.
Naveed Walter, presidente de Human Rights Focus Pakistan (HRFP), señala la concomitancia entre el día de los derechos humanos y la agresión, para confirmar que «no hay lugar para los derechos humanos» de los cristianos. El caso de Priyantha Kumara, continúa, «no ha enseñado nada», mientras que la práctica de «agredir a las mujeres» con fines sexuales sigue siendo habitual e impune. El activista Robin Daniel jugó un papel fundamental para salvar la vida de la familia interviniendo rápidamente el día del ataque. «Los musulmanes poderosos - dice - atacan [a los cristianos] sólo por su fe y no los consideran dignos de igualdad de derechos», como se puede ver también en el comportamiento de la policía. Nosotros, concluye, «no nos quedaremos callados y seguiremos luchando por la justicia».