(Asia News/InfoCatólica) «La repugnante violencia de los últimos diez meses - escribe el cardenal Bo - ha ofendido la sensibilidad del mundo. Sin embargo, no aceptamos el mal de la desesperación y el odio. Con Jesús queremos proclamar: ¡que haya paz! A la nación de las heridas autoinfligidas le decimos: ya basta, mi querido Myanmar». «Nunca excusaremos - agrega el arzobispo - la injusticia y el sufrimiento de los inocentes. Los que deberían proteger la vida y la seguridad de nuestro pueblo se han convertido en causa de una angustia y miedo espantosos. A ellos también les decimos: hay una fuerza del amor. Este es el mensaje de Jesús y de la Navidad».
El cardenal Bo, -que también es presidente de la Federación de Conferencias Episcopales de Asia (Fabc)- recuerda que «hace apenas un año, este país tenía grandes sueños en su corazón. Desgraciadamente pronto se convirtieron en una pesadilla», e invita luego a vivir la Navidad como un «momento de introspección: para los que solo creen en la violencia, para los que la perpetran y para los que son víctimas de ella. Los que desataron la violencia y aprueban las sádicas torturas y los asesinatos son la causa principal de este valle de lágrimas».
«Estoy profundamente preocupado - agrega el arzobispo de Rangún - por nuestros jóvenes. Hace apenas un año tenían sus sueños que no se pueden matar con armas de fuego. Asfixiados por una violencia inhumana, la tentación es buscar venganza. Pero la victoria no se alcanza solo empuñando las armas. Empuñen la verdad, empuñen el amor. Siempre hay una vía no violenta, una solución pacífica. Una vez más, llamo a todos a no seguir el camino de la violencia. La violencia solo engendra violencia. Cambien de camino. Crean en la verdad, crean en el poder del amor». Y citando a Mahatma Gandhi, reitera que «la no violencia no es para los débiles de corazón. Es el arma de los fuertes».
A continuación, señala que el Papa Francisco habla «constantemente a favor del pueblo de Myanmar. Durante su visita, decidió reunirse con todos solo por la causa de la paz. Dejó un mandato de pacificación a la Iglesia de Myanmar. Mi llamado continúa su llamado. Busquemos la paz y la reconciliación. Llamemos a todas las puertas, llamemos a todos los poderes. La historia está de nuestro lado».
«Buscar un método pacífico - sigue diciendo el cardenal Bo - no significa debilitar ningún derecho. El concepto de paz de la Iglesia Católica parte de la búsqueda de la justicia. Jesús, en el Sermón de la Montaña, predicaba: bienaventurados los que buscan la paz. Pero en ese mismo discurso también decía: bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia. Sí, dos o tres millones de personas en este país tienen hambre de alimentos; pero todo el pueblo de Myanmar tiene hambre de justicia. Y hasta que no se sacie este hambre, no habrá paz».
La esperanza que el arzobispo de Rangún confía a esta Navidad es «que todos podamos vivir en paz. Esperamos que todos los que están en la cárcel puedan volver a casa; que todos los que se encuentran en los campamentos de desplazados pueden regresar a sus hogares; que todos los que se ven obligados a ocultarse puedan caminar libremente, que todos los que están heridos se curen, que todas las familias rotas se unan y que todas las armas callen. Aceptemos que el bien común en nuestros corazones sea más poderoso que el odio que divide. Aprendamos de muchos países del sudeste asiático como Camboya, Vietnam y Laos que han dejado de pelearse y han emprendido el camino del desarrollo. Estamos llenos de recursos sobre y por debajo de la tierra. Pero no tenemos paz».
«En este tiempo de Adviento - invita una vez más el cardenal Bo - oremos por todos, especialmente por los jóvenes. Oremos también por aquellos que buscan dominar a nuestro pueblo con las armas. Nuestros conflictos nunca han sido contra un enemigo extranjero. Siempre contra nuestra propia gente. Pero podemos resolver nuestras diferencias. La verdadera Navidad - concluye el cardenal - será cuando este país crea en los medios pacíficos para resolver las diferencias. Permitamos que se haga realidad la profecía de Isaías, escrita en la fachada del edificio de la ONU: '«Con sus espadas forjarán arados y podaderas con sus lanzas. No levantará la espada una nación contra otra ni se adiestrarán más para la guerra'.».