(Aica/InfoCatólica) Los detallados y preciosos relatos de la visita del cardenal, reproducidos diariamente por el Dicasterio de las Iglesias Orientales, aportan informaciones y consideraciones realistas sobre la condición que viven las comunidades cristianas en Siria, revelando fenómenos y acontecimientos habitualmente oscurecidos en las representaciones estereotipadas y manipuladoras que prevalecen en el sistema mediático mundial e incluso en ciertos periódicos «especializados» sobre el presente y el futuro de los cristianos en Medio Oriente.
Un problema constante abordado por el cardenal Sandri en todos sus encuentros con los miembros de las Iglesias locales es la grave «hemorragia» de bautizados, especialmente jóvenes, procedentes de Siria y de otros países de la zona. Ante estos procesos, todos reconocen la oportunidad de apoyar «pequeños proyectos» para ayudar a los cristianos a encontrar recursos y vivir con dignidad.
Pero en los informes publicados por la Congregación para las Iglesias Orientales también se hace referencia a «algunas comunidades evangélicas del extranjero, cuya acción no siempre es fácil de entender o se interpreta como una forma de proselitismo en el ámbito ortodoxo e incluso católico».
En cuanto a las iniciativas de apoyo caritativo dirigidas a las comunidades cristianas locales, se subraya la necesidad de «coordinación en la labor de caridad, para evitar que alguien reciba más de una vez y se aproveche de ello, y que otros pobres queden cada vez más al margen».
Corrupción ocasional
Con palabras desprovistas de tono polémico, mencionó los casos en los que el sufrimiento de los cristianos en Medio Oriente se convierte en un pretexto para recaudar fondos en clave de autopromoción.
«El sacerdote en primer lugar, especialmente el casado -dice el informe del 27 de octubre- debe ser el primero en afrontar el drama de la pobreza y la indigencia, sufriendo junto a la gente y teniendo que sostener juntos su esperanza».
Se reconoce que, en el contexto de la atormentada Siria, la Iglesia «tenía una gran oportunidad de estar cerca de la gente que sufre», pero «algunos casos de corrupción o falta de transparencia corrieron el riesgo de oscurecer el mucho bien que se hizo y se está haciendo».
El informe señala que «la relación entre obispos y sacerdotes también puede mejorar, no como una mera transmisión de instrucciones a seguir, sino sobre todo creciendo en una verdadera confianza mutua, sin llamarse traidores» y también menciona el fenómeno -poco vigilado- de «la difusión de algunas sectas con visiones dogmáticamente incorrectas para las que sería necesario crear una comisión teológica que estudie sus declaraciones».
La actual condición de sufrimiento que experimenta la presencia cristiana en Medio Oriente, con cifras constantes de jóvenes y adultos que piden marcharse de forma más o menos legal, con padres incluso ancianos pidiendo a sus hijos que se marchen, quedándose solos y sin posibilidad de subsistencia, hace que el dolor de la división entre los cristianos sea aún más escandaloso.
El informe publicado por la Congregación para las Iglesias Orientales recuerda la paradójica situación de Alepo, donde, con una presencia de bautizados que disminuyó drásticamente en los últimos años, sigue habiendo «hasta 11 obispos, entre católicos y no católicos». También mencionan las tensiones existentes entre las Iglesias ortodoxas, o las rencillas reales en el Líbano entre los dirigentes políticos maronitas «con vistas a las elecciones previstas para 2022».
La Congregación para las Iglesias Orientales dedica pasajes de su informe «a las conmovedoras muestras de la caridad imaginativa y gratuita que el Espíritu Santo mueve entre los cristianos sirios para salir al encuentro del sufrimiento de sus hermanos y compatriotas. Mencionan la labor de Cáritas Siria, la de la Sociedad de San Vicente de Paúl y el proyecto «Hospitales abiertos», apoyado por AVSI, entre otros, que también pretende mantener «al personal médico y de enfermería en Siria con una prima salarial que les disuada de marcharse a otros países».
Entre otras cosas, se menciona la valiosa labor realizada en Damasco por el Orfanato de San Pablo, dirigido por la Iglesia melquita, que asiste a «varios menores huérfanos o hijos de familias con dificultades», y sigue los casos de «niños de familias cristianas cuyo padre se convierte en musulmán y obtiene el divorcio», que por ley deben seguir a sus padres en la conversión al islam.
Las partes dedicadas al trágico empobrecimiento de la población siria están salpicadas por la nota constante que subraya la cruel inutilidad de las sanciones impuestas por la comunidad internacional a la República Árabe de Siria: «Sanciones que ponen de rodillas a la población sin cambiar nada de lo que la comunidad de naciones quería establecer».
Una grotesca heterogeneidad de fines, reiterada también por numerosos embajadores y representantes diplomáticos de otras naciones reunidos con el cardenal Sandri durante los primeros días de su visita a Siria.
«En algunos intercambios, se señaló que el actual sistema de sanciones internacionales ha matado de hambre a la población y ha creado mayor riqueza en algunas categorías de personas en Siria mediante el incremento de la corrupción», dice el informe.