(Aica/InfoCatólica) «No podemos callar a las nuevas generaciones las verdades que dan sentido a la vida», subrayó el pontífice en su mensaje y reiteró su llamamiento a un Pacto Educativo Global que ponga la educación y la persona en el centro de la agenda internacional.
El Pacto Mundial de Educación es una declaración de intenciones compartida con los representantes de las múltiples religiones presentes, para estimular «una acción educativa renovada a fin de que la fraternidad universal crezca en el mundo».
Porque la educación, explicó Francisco, nos compromete «a condenar todas las formas de fundamentalismo», a «recibir al otro como es», a defender «los derechos de las mujeres, los menores, los más débiles», y «amar a nuestra madre tierra», convirtiéndose en «la voz de la naturaleza clamando por su supervivencia».
El Papa recordó a quienes trabajan en el campo de la educación que, en su llamamiento de hace dos años, pidió «discutir cómo estamos construyendo el futuro del planeta y la necesidad de invertir los talentos de todos», porque «todo cambio necesita una camino para generar una nueva solidaridad universal y una sociedad más acogedora».
El Pacto Educativo Global, en la idea de Francisco, tendrá que «reavivar el compromiso por y con las nuevas generaciones, renovando la pasión por una educación más abierta e inclusiva, capaz de escucha paciente, diálogo constructivo y entendimiento mutuo».
Una «alianza educativa»
«Hoy más que nunca, es necesario unir los esfuerzos por una alianza educativa amplia para formar personas maduras, capaces de superar fragmentaciones y contraposiciones y reconstruir el tejido de las relaciones por una humanidad más fraterna», insiste el Papa, al mismo tiempo que advierte que «si queremos un mundo más fraterno, debemos educar las nuevas generaciones para reconocer, valorar y amar a cada persona más allá de la cercanía física, más allá del lugar del universo donde haya nacido o donde habite».
El Papa evidencia la necesidad de plantear que la formación integral «se resume en el conocerse a sí mismo, conocer al propio hermano, la creación y el Trascendente. No podemos ocultar a las nuevas generaciones las verdades que dan sentido a la vida».
Religiones y educación
Las diferentes tradiciones religiosas caminaron juntas a lo largo de la historia, afirma el Papa, por eso, «como en el pasado también hoy, con la sabiduría y la humanidad de nuestras tradiciones religiosas, queremos estimular una renovada acción educativa que pueda hacer crecer en el mundo la fraternidad universal».
El Papa redefine la relación entre educación y religiones, insistiendo en que si antes, se estimularon las diferencias, hoy, «la educación nos compromete a no usar nunca el nombre de Dios para justificar la violencia y el odio hacia otras tradiciones religiosas, a condenar cualquier forma de fanatismo o de fundamentalismo y a defender el derecho de cada uno a elegir y actuar según su propia conciencia».
Si en el pasado, en nombre de la religión se discriminaron diferentes minorías, hoy «la educación nos compromete a acoger al otro como es, no como yo quiero que sea, como es, y sin juzgar ni condenar a nadie».
De igual manera, recuerda el Papa, que si «en el pasado los derechos de las mujeres, de los menores, de los más débiles no han sido respetados siempre, hoy nos comprometemos a defender con firmeza esos derechos y enseñar a las nuevas generaciones a ser voz de los sin voz. Y la educación debe llevarnos a comprender que hombres y mujeres son iguales en dignidad».
Refiriéndose a nuestro papel como «custodios de la creación» y a la permisividad que tuvimos al tolerar la explotación y el saqueo de nuestra casa común, el Papa afirma: «la educación nos compromete a amar nuestra madre tierra y a evitar el desperdicio de alimentos y recursos, así como estar más dispuestos a compartir los bienes que Dios no ha dado para la vida de todos».
Educar a la persona en su integralidad
El Papa insiste en que las diferentes tradiciones religiosas refuerzan su misión de educar cada persona en su integridad: «es decir, cabeza, manos, corazón y alma. Pensemos lo que sentimos y hacemos; sintamos lo que pensamos y hacemos; hagamos lo que sentimos y pensamos. La armonía de la integridad humana, es decir, toda la belleza de esta armonía».
El Papa finalizó su mensaje invitando a un momento de silencio para «pedir a Dios que ilumine nuestras mentes, para que nuestro diálogo sea fructífero y nos pueda ayudar a seguir con valentía los caminos de nuevos horizontes educativos»