(Asia News/InfoCatólica) La ley se aprobó tras largas consultas de representantes de las distintas comunidades con el comité de asuntos religiosos de la Duma (la Cámara baja del parlamento), dirigido por el comunista Sergei Gavrilov. Sin embargo, los redactores no consiguieron eliminar las restricciones y controles, que se hicieron aún más abstrusos con la redacción final de la ley. La flamante Duma tendrá la facultad de aprobar o no «la actividad de los servidores de la religión y del personal religioso que por primera vez participen en celebraciones y rituales, en la realización de tareas misioneras o en la enseñanza en el territorio de la Federación».
Si considera que la formación recibida es «insatisfactoria», la persona recién consagrada tendrá que participar en «cursos de educación adicional en instituciones autorizadas, cuyos programas estén debidamente acreditados, de acuerdo con la normativa estatal». Hay miles de comunidades protestantes en peligro, ya que la educación religiosa es en gran medida gratuita. Además, en el ámbito teológico y espiritual no hay una distinción clara entre clero y laicos, ni entre educación «patriótica» e internacional.
La nueva ley también sustituye la noción de «miembro» de una comunidad por la de «participante», sin más especificaciones. Esto hace recaer aún más en los dirigentes de las asociaciones religiosas la responsabilidad del comportamiento de todos los «participantes». Con este matiz, los legisladores han atribuido una serie de comportamientos «extremistas» a los grupos de Testigos de Jehová, que posteriormente fueron declarados ilegales con el «decreto Jarovoj»-que lleva el nombre de la diputada responsable de los cambios introducidos en 2016.
En las últimas semanas, otras asociaciones religiosas de Rusia fueron condenadas y tachadas de extremistas. Destaca el caso de cuatro comunidades pentecostales fundadas en Letonia y Ucrania bajo el nombre de «Nueva Generación», ahora prohibidas en toda la Federación. En el punto de mira se encuentran todos los grupos evangélicos rusos, que ya habían sido fuertemente acosados por su alergia a los «registros estatales«. El 16 de septiembre, un tribunal de la ciudad siberiana de Kemerovo condenó un libro del fundador de los grupos Nueva Generación, tachándolo de extremista. El autor es Aleksej Ledjaev -letón, de origen ruso- y su texto, titulado El nuevo orden mundial, expresa visiones escatológicas-espirituales que constituyen «una ideología extremista muy peligrosa», según las autoridades.
Por otro lado, el Tribunal condenó a Ledjaev por rebeldía, aún cuando el hombre fue incluido en la lista de personas a las que se les impide la entrada en el territorio de la Federación. De modo que el autor letón no tuvo la oportunidad de defenderse directamente, ni de apelar la sentencia. Ni siquiera se le notificó oficialmente el procedimiento judicial -ni en el extranjero, ni a sus representantes en el tribunal de Kemerovo.
Como bien observa el escritor ruso y pastor evangélico Konstantin Bendas en un artículo publicado en Nezavisimaja Gazeta el 22 de septiembre, «en Rusia, la situación de las relaciones entre el Estado y las confesiones religiosas se parece a la que describe el profeta Daniel. Primero se prohibió rezar, y luego se ordenó a todos que no adoraran a su propio Dios, sino a un determinado ídolo decidido por el Estado».