(Asia News/InfoCatólica) La ceremonia, celebrada el 12 de septiembre, se redujo a lo imprescindible para respetar las precauciones contra la pandemia, que todavía sigue muy activa en Rusia. El patriarca recitó el Moleben (oración de letanía) junto con muchos obispos y sacerdotes y luego encabezó una procesión simbólica a la que asistieron cerca de 1.000 personas.
La oración comenzó en la Lavra de San Alexander Nevsky, el monasterio que se encuentra al final de Nevsky Prospekt, la gran avenida central de San Petersburgo. Los celebrantes transportaron la espléndida arca con las reliquias del santo que hizo construir el zar Pedro el Grande en el 1700.
El precioso relicario solo sale del monasterio una vez por año en ocasión de esta fiesta, instituida en 1724 precisamente con motivo del traslado de las reliquias. En la ceremonia participaron la presidenta del Senado Valentina Matvienko, fiel partidaria del presidente Putin que gobernó la región de San Petersburgo durante mucho tiempo, el actual gobernador Aleksandr Drozdenko, el alcalde Alexander Beglov y el representante de la presidencia Alexander Gutsan. También estuvo presente una delegación de Serbia, país ortodoxo donde Alexander Nevsky es muy venerado, encabezada por el alcalde de Belgrado Zoran Radojčič.
La celebración corona el año dedicado al príncipe del norte, quien asumió los títulos de Kiev, Novgorod y Vladimir, las capitales de la antigua Rus, cuando Moscú todavía era una simple estación de posta. Los bielorrusos también veneran al santo y le han dedicado numerosos monumentos, iglesias, libros y publicaciones, e incluso concursos de arte y otros eventos. Su canonización tuvo lugar en 1547, en el apogeo de la teoría política de «Moscú-Tercera Roma» bajo el zar Iván el Terrible.
Como recordó Matvienko, el santo es una figura que unifica las épocas de la historia rusa y soviética, «un gran líder, diplomático, político y gran patriota, que con razón llaman el precursor del renacimiento de la antigua Rus». Los rusos conservaron celosamente sus reliquias incluso durante los años del ateísmo soviético. En 1989 Gorbachov las devolvió a la Iglesia Ortodoxa Rusa, tras las celebraciones del milenio del Bautismo de Kiev en 1988 que marcó el comienzo del renacimiento religioso en Rusia.
Junto con la gloria del santo victorioso, se recordaron en San Petersburgo los tristes días del asedio nazi de 80 años atrás, que comenzó el 8 de septiembre de 1941. Los alemanes mantuvieron en jaque a la ciudad durante más de 900 días y la población local dio un ejemplo de heroísmo y sacrificio supremo. Matvienko instó a «no falsificar nuestra memoria histórica de las distintas épocas, como muchos hoy tratan de hacer. Debemos transmitir la memoria auténtica a las generaciones futuras». La preservación de la verdad histórica es el contenido de una ley específica que aprobó este año el Parlamento ruso, tras las enmiendas constitucionales correspondientes.
El día previo a la fiesta, el patriarca Kirill participó junto con Putin en la inauguración de un complejo conmemorativo, con una gran composición de bronce dedicada a «San Alexander Nevsky y sus compañeros» a orillas del Čudskoe (Peipus para los prusianos). Es el lago donde tuvo lugar la famosísima «batalla del Hielo» en 1242, en la que el príncipe derrotó a las tropas de Livonia de los Caballeros Teutónicos, que pretendían conquistar Rusia en beneficio del Occidente latino.