(InfoCatólica) Azurmendi nació en el seno de una familia católica practicante y llego a ingresar en el seminario de San Sebastián, de donde salió para dedicarse a la política. Aunque fue de los primeros miembros de ETA, también fue de los primeros en abandonar la banda terrorista. Y con el paso del tiempo, se convirtió en una de las voces más preclaras en denunciar la deriva asesina del nacionalismo abertzale.
Las constantes amenazas que recibía de la propia ETA, con intento de atentado incluido, le obligaron a abandonar el País Vasco en agosto del 2000, aunque regresó tiempo después. Siendo filósofo por la Sorbona de París, hasta su jubilación fue profesor de Antropología en la Universidad del País Vasco.
Azurmendi se había alejando tanto de Dios, que aseguraba que creer en Él «no es en nada diferente a creer en centauros, hadas o sirenas». Rechazaba todo lo que tuviera que ver con la religión y no tenía contacto con los católicos de su entorno. Pero Dios no le rechazó. Empezó a tocar su alma y ya en el año 2018, en su libro El abrazo (editorial Almuzara) Azurmendi decía que se sentía «tocado» por Dios, por Cristo, como en el juego de hundir la flota:
«Me entra como miedo porque, cuando en ese juego de barcos uno queda tocado, enseguida te lo hunden. ¡J*d*r, qué miedo me dio verme hundido! Así es como me entró este hormigueo de miedo de Dios que centellea en mi alma con una luz rojiza y un pitido parpadeante».
A finales del año 2020, se hizo público el siguiente vídeo con su testimonio de conversión. Tiene una breve introdución de Mons. José Ignacio Munilla, obispo de San Sebastián, con quien mantuvo una relación fluida en la última fase de su vida: