(J.M. Sánchez Galera/Revista Centinela) En 2017 un pequeño libro, «La opción benedictina», sacudía los ambientes intelectuales católicos y también protestantes. Su autor Rod Dreher, con una prosa rápida y con ejemplos muy actuales iba más allá de sugerente análisis de la, a menudo, hostilidad del mundo actual respecto a los cristianos. Dreher proponía una solución que tuvo el valor, al menos, de suscitar numerosos debates.
Este año 2021 lo ha vuelto a hacer con otro libro, «Vivir sin mentiras. Manual para la disidencia cristiana» (comentado por J. Soley y D. Iglesias). Prueba de ello es el interés que suscita la presentación del libro en los distintos países. La cultura de la cancelación «wokenes», la teoría crítica de la raza, la omnipresencia –rayana en lo totalitario—del lobby LGTB o el ambiente general, lo que Dreher denomina el «totalitarismo blando» han convertido la voz de Dreher en un elemento a tener en cuenta.
Con motivo de su paso por España el mes pasado, organizado por la ACdP, José María Sánchez Galera le entrevistó para la Revista Centinela (leer la entrevista completa).
En esta ocasión fue preguntado por la relevancia de la familia y lo que configura la institución, un hogar o una especie de templo, un refugio para la fe y la libertad. Dreher vuelve al ejemplo de Kamila Bendová y su marido Václav, disidentes del comunismo en Checoslovaquia y cómo enseñaron a sus hijos:
«Y, así, influir en la sociedad, no agachar la cabeza y evitar problemas, sino enfrentarse a la tiranía y al totalitarismo que supone un mundo de mentiras. Kamila y Václav enseñaron, explicaron a sus seis hijos la importancia de su movimiento político. Como católicos, les fueron enseñando cómo participar activamente en la vida pública de alguna manera, cómo hacerse cargo de su responsabilidad contra el comunismo y el marxismo. Así es como los hijos asimilaron lo que es matrimonio, la familia, la importancia de los amigos, de la comunidad cercana y de la lucha contra la injusticia».
Para Dreher el ámbito familiar es también una escuela de virtudes: «El hogar es un espacio de silencio, pero, sobre todo, de orden. Y de un orden que conduce a Dios». Y en su línea de mostrar con ejemplos, continua: «Mi mujer me contó el caso de una familia que llevaba a sus hijos a una parroquia de Texas, porque les parecía un lugar idóneo para que estuvieran allí realizando las tareas del colegio. Y luego, cuando estaban en su casa, funcionaban de manera mucho más pulcra, algo que incluso era evidente en su modo de caminar; sin hacer ruido, cada cosa la guardaban en su sitio. Decían que el hogar era un espacio sagrado, de tranquilidad, de santidad. Ese es el sentido de un hogar cristiano. Un lugar donde el orden te permite entenderte a ti, al mundo, a tu familia, a Dios. El orden aporta paz, reposo, libertad»
Respecto a España, Rod Dreher, alerta del riesgo de que se asuma el «aquí no puede ocurrir», ya sea el totalitarismo «duro» tipo soviético o el «blando, emotivista» que describe en el libro. Al respecto describe una reciente experiencia personal: «también me he encontrado en Madrid con una señora que, llorando, me cuenta cómo está intentado advertir de que lo mismo que sucedió en Venezuela, el país del que procede, puede ocurrir en España. La gente le responde que es no es posible, que aquí no. Se desespera, porque nadie cae en la cuenta de que la amenaza es real. Es el fallo, en general, de toda una generación, empezando por padres y profesores: no hemos explicado a nuestros hijos lo que fue el comunismo, el bloque soviético, aquel océano totalitario de sangre. Se han creído esa propaganda sentimental de los justicieros sociales de que es posible vivir sin dolor, cuando lo cierto es que, para dejar de sufrir, primero hay que dejar de ser libre».
Dreher termina volviendo al leiv-motiv de la entrevista: la familia.
Usted señala, por ejemplo, en Vivir sin mentiras, que no hay cristianismo sin lágrimas.
No existe Iglesia sin lágrimas. Por eso la familia cristiana es tan importante, porque es un camino de aprendizaje en el servicio a los demás, en la servidumbre voluntaria.