(CNAd/InfoCatólica) Se trata ya de facto de una guerra civil que se se ha cobrado la vida de más de 800 personas desde el golpe militar de febrero. Las Naciones Unidas estiman que unas 230.000 personas están desplazadas dentro de la propia Birmania:
«Nadie merece la violencia, la tortura, la detención y la muerte que hemos visto en nuestro país en los últimos cuatro meses», dijo el purpurado.
El grupo activista Asociación de Asistencia a los Presos Políticos calcula que unas 5.200 personas han sido detenidas y al menos 881 han sido asesinadas desde febrero, cuando los militares tomaron el poder en un golpe de Estado.
«Que el toque sanador de Jesús nuestro Señor nos toque a todos y cada uno de nosotros, a la nación y a todos sus líderes y traiga la paz», dijo el cardenal Bo en su homilía de la misa dominical.
El cardenal constató que los ciudadanos de Birmania están atravesando un «momento oscuro» y que «miles de nuestros compatriotas necesitan desesperadamente alimentos, medicinas y refugio».
El prelado repitió su anterior llamamiento a la oración mientras apelaba a todos a «compartir de nuestra abundancia, como dice San Pablo».
Además, añadió que el conflicto se suma a los retos que plantea la pandemia por Covid-19.
La semana pasada murieron al menos seis personas que habían huido a la selva para escapar del conflicto en el estado de Chin. Una mujer embarazada, dos niños pequeños y tres ancianos han sido las últimas víctimas.
La Oficina de Coordinación Humanitaria de la ONU calcula que más de 20.000 personas se han refugiado en el estado de Chin, en la frontera con la India.
Se calcula que otros 177.000 desplazados internos están buscando refugio en el estado de Kayah, en la frontera con Tailandia.
El cardenal Bo advirtió de la «crónica enfermiza de asesinatos, de ríos de sangre» que el mundo ha presenciado a lo largo de la historia. «Jesús fue crucificado en nuestras calles y pueblos. Los que están en el poder sólo creen en la opción violenta y provocan que otros caigan en la trampa de la violencia», añadió.
El cardenal pidió que se rece por la paz:
«La paz: esa es la oración en los labios de cada ciudadano de este país. Que no haya más asesinatos, ni luto, ni llanto, ni dolor. Basta de violencia, basta de odio Que nuestras calles no se vean desbordadas por la sangre y el derramamiento de odio, que todos: el ejército, el gobierno civil, el pueblo, nos liberemos de la cultura de la muerte y bailemos con la alegría de la libertad, la esperanza, la paz y la prosperidad»