(Vatican.news/InfoCatólica) Rechazar toda forma de fundamentalismo; educar en los valores de la tolerancia en la familia y en la escuela; promover una sana educación religiosa en las mezquitas e iglesias; reformar el sistema jurídico para garantizar la plena ciudadanía a todos; ofrecer una información correcta, equilibrada y profesional. Esta es la manera de recuperar la «convivencia perdida» y la armonía que siempre ha caracterizado a la sociedad iraquí desde la antigüedad. Así lo afirma el cardenal Louis Raphael Sako, Patriarca de Babilonia de los Caldeos, en una reflexión publicada ayer en la página web del Patriarcado.
Además, el Patriarca caldeo subraya cómo la convivencia y la promoción de los valores de moderación, tolerancia y respeto no deben reducirse a meros «eslóganes», sino que son el resultado de un proceso educativo e institucional, recordando que en Irak, cuna de las antiguas civilizaciones mesopotámicas, árabes, kurdos, turcomanos, musulmanes, cristianos, sabeos y yazidíes y otras minorías han convivido pacíficamente en el pasado «porque sentían que pertenecían a una sola tierra y tenían lazos de parentesco, lengua y fe a pesar de la diferencia de religión». «Hoy», observa, «los iraquíes lamentan aquellos tiempos, porque sienten que la mentalidad de cuota, la exclusión religiosa, sectaria y étnica y el caos político han destruido su sociedad y han puesto en peligro el futuro de su país, y querrían recuperar esa convivencia perdida».
Para ello, el cardenal Sako invita a «aprovechar» el feliz resultado de la visita del Papa Francisco a Iraq el pasado mes de marzo. Sus discursos sobre la unidad de los hermanos en la diversidad -dice-, los llamamientos a la paz y a no matar en nombre de la religión, que se suman al Documento sobre la Hermandad Humana firmado el 4 de febrero de 2019 en Abu Dhabi con el jeque de Al-Azhar Ahmed Al-Tayeb, pero también las palabras del Gran Ayatolá Ali al-Sistani durante el histórico encuentro del 6 de marzo son la base desde la que reconstruir esta convivencia en armonía en la sociedad iraquí.
Para que esto sea posible, es necesario en primer lugar renunciar al fundamentalismo en todas sus formas, que -subraya la nota- no es una vuelta a los orígenes, sino que se ha convertido en una ideología «fanática y extremista». «El fundamentalismo utiliza la religión como tapadera de intereses políticos y financieros, rechaza el pluralismo e incita a la eliminación del otro y es ajeno a la naturaleza de los iraquíes y a su civilización, caracterizada por el pluralismo y la aceptación respetuosa del otro». Por eso hay que combatirlo con un mensaje religioso de signo contrario. En este sentido, es fundamental el papel de la familia y la escuela en la educación de los jóvenes en la tolerancia, el respeto a la fe de los demás y los valores de libertad, justicia e igualdad recogidos en la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
No menos importante es el papel de los medios de comunicación, llamados a ofrecer una información equilibrada, correcta y profesional. A continuación, el cardenal subraya la importancia central de una «sana educación espiritual en las mezquitas e iglesias»: los líderes religiosos deben destacar la riqueza de la diversidad religiosa, social y cultural de la sociedad iraquí. Hay -señala- versículos de la Biblia y del Corán que apoyan esta visión de convivencia, tolerancia, amor y solidaridad.
A la luz del carácter multiétnico y multirreligioso de la sociedad iraquí, el Patriarca caldeo vuelve a pedir, por último, una reforma de la legislación del país, con especial referencia al estatuto personal y a la libertad de creencia, para garantizar una ciudadanía plena y efectiva a todos los iraquíes, independientemente de su filiación religiosa, étnica y cultural. De hecho, la nueva Constitución de 2005 garantiza formalmente el respeto a la libertad de culto, pero el Islam sigue siendo una religión privilegiada en detrimento de las minorías, que de hecho son discriminadas, incluso en el acceso a los cargos públicos.