(ACN/InfoCatólica) La joven S. nunca olvidará aquel día terrible de noviembre de 2018, pues lo revive una y otra vez hasta hoy. Por aquel entonces, la joven, que ahora tiene 21 años, vivía con sus padres y hermanos en una granja del noreste de Nigeria, a pocos kilómetros de Maiduguri, la capital del estado de Borno. S., su hermana menor y sus padres estaban en el exterior cuando unos hombres jóvenes, que habían llegado en moto, rodearon la granja y le exigieron al padre que les entregara a las niñas si no quería morir. Lo que sucedió después es difícil de articular en palabras.
Tras la negativa del padre a entregar a sus hijas, los terroristas del grupo terrorista Boko Haram lo decapitaron a sangre fría. S. sujetaba la cabeza de su padre en sus manos cuando se desmayó. «Desde entonces, el recuerdo vuelve una y otra vez, y vive con el miedo constante a que la maten», nos informa el P. Fidelis Bature, psicólogo clínico que colabora con proyectos de la fundación pontificia ACN International desde Nigeria.
Pero el calvario de S. estaba lejos de terminar. Al contrario. Por la mañana recuperó el conocimiento en medio del monte. Rápidamente se dio cuenta de que los hombres la habían llevado a un campamento de Boko Haram. El padre Fidelis no describe con detalle el horror que vivió allí; solo dice: «S. fue repetidamente torturada y abusaron de ella de todas las formas imaginables». Al final consiguió escapar. Herida, cansada y dolorida, se encontró con un anciano que la ayudó a ponerse a salvo. Sin embargo, S. no podía recordar dónde estaba la casa de sus padres. Pasaron horas hasta que logró recomponer su memoria y pudieron llevarla con su madre y sus hermanos.
«En ese momento, S. no podía hablar ni explicar lo que le había sucedido», recuerda el P. Fidelis. La madre la había llevó a su consulta, y el sacerdote pudo constatar numerosos síntomas de múltiples traumas. «Veía fantasmas y gente sin cabeza. Revivía repentinamente lo ocurrido, tenía alucinaciones y pensamientos angustiosos».
La Iglesia al sevicio a las victimas
S. es una de las numerosas víctimas de Boko Haram que reciben ayuda en el «Centro de Recursos Humanos y Adquisición de Habilidades para la Curación de Traumas» de la Diócesis de Maiduguri, una iniciativa para proporcionar curación a los heridos en el alma, apoyado por la fundación ACN. El P. Fidelis trabaja allí.
S. comparte su suerte con muchas otras personas de esta región que, desde hace años, está plagada de milicias terroristas que quieren implantar un Estado islámico. Tanto cristianos como musulmanes sufren por su causa. «La crisis provocada por Boko Haram ha dado pie a innumerables dificultades. Ha habido muertes y la gente ha perdido sus medios de subsistencia. Muchos siguen viviendo en campos de desplazados», señala el P. Fidelis.
Y ahí exactamente es donde la diócesis católica de Maiduguri quiere tomar la iniciativa: desde hace meses presta un servicio de apoyo psicológico donde expertos forman a asesores no profesionales, que son los que prestan primeros auxilios psicológicos y un asesoramiento de grupo, además de organizar actividades de apoyo psicosocial en cinco campos de desplazados. Dos especialistas se encargan del seguimiento de casos individuales. En los casos especialmente graves, los enfermos son remitidos a la clínica neuropsiquiátrica del estado de Borno.
Pero no se trata solo de una primera ayuda psicológica, subraya el sacerdote católico. Su organización también ayuda a los desplazados a rehacer sus vidas y a reintegrarse: «También trabajamos con todas las partes interesadas para concienciar acerca del riesgo de estigmatización, de los enfrentamientos entre desplazados y comunidades de acogida y de la necesidad de integración social».
Gracias al apoyo de ACN a este importante proyecto, se ha ayudado a cientos de personas a retomar sus vidas tras el terror sembrado por los islamistas de Boko Haram. Hoy S. está mucho mejor. Después de recibir medicación y terapia, las alucinaciones desaparecieron. Ahora come mejor y duerme normal. Ha hecho grandes progresos a la hora de reemprender una vida casi normal, y actualmente está aprendiendo el oficio de costurera.
S. ahora ya solo acude a él para un seguimiento rutinario. El objetivo es proporcionarle apoyo terapéutico para sus planes profesionales en el futuro porque S. quiere sacarle más provecho a su vida, y no quiere que Boko Haram tenga la última palabra: «Vino a darme las gracias y a preguntar si podía seguir estudiando, ya que solo tenía el certificado de estudios secundarios. Ahora se ha inscrito para realizar los exámenes de acceso a la universidad», informa el P. Fidelis.