(Asia News) El pontífice anunció la iniciativa de los Ordinarios de Tierra Santa de reunirse en la iglesia de San Esteban de Jerusalén para rezar por el don de la paz, y pidió «a todos los pastores y fieles de la Iglesia católica que se unan a ellos en la oración. Que la súplica al Espíritu Santo se eleve en cada comunidad para que israelíes y palestinos puedan encontrar el camino del diálogo y del perdón, para ser pacientes constructores de paz y de justicia, abriéndose, paso a paso, a una esperanza común, a una convivencia entre hermanos».
Consecuencias de la pandemia
En su discurso, Francisco subrayó que «debido a la pandemia, la crisis social y económica se ha vuelto aún más grave en todo el mundo. En lo personal, muchos han perdido a seres queridos y medios de vida. Las familias, en particular, se enfrentan a graves dificultades económicas y a menudo carecen de una protección social adecuada. La pandemia nos ha hecho más conscientes de nuestra interdependencia como miembros de la única familia humana, así como de la necesidad de prestar atención a los pobres y a los desamparados entre nosotros. Para salir de la crisis actual, nuestras sociedades se enfrentan al reto de dar pasos concretos y verdaderamente valientes para desarrollar una »cultura del cuidado« mundial (cf. Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 2021), que inspire el surgimiento de nuevas relaciones y estructuras de cooperación al servicio de la solidaridad, el respeto a la dignidad humana, la ayuda mutua y la justicia social».
«Desgraciadamente – continuó - la pandemia también nos ha hecho conscientes de que la comunidad internacional experimenta la creciente «dificultad, por no decir la incapacidad, de encontrar soluciones comunes y compartidas a los problemas que aquejan a nuestro planeta» (Discurso al Cuerpo Diplomático acreditado ante la Santa Sede, 8 de febrero de 2021). En este sentido, pienso en la necesidad de hacer frente a problemas mundiales urgentes como la migración y el cambio climático, así como a las crisis humanitarias que a menudo se derivan de ellos. También pienso en la deuda económica que pesa sobre muchos países que luchan por sobrevivir, y en la »deuda ecológica que tenemos con la propia naturaleza, así como con los pueblos y países afectados por la degradación del ambiente causada por el ser humano y la pérdida de biodiversidad. Estos problemas no son simplemente políticos o económicos; son cuestiones de justicia, una justicia que no puede seguir siendo ignorada o aplazada. De hecho, es un deber moral intergeneracional, porque la seriedad con la que respondamos a estas cuestiones determinará el mundo que dejemos a nuestros hijos».
«En el desarrollo de un consenso global capaz de responder a estos desafíos éticos a los que se enfrenta nuestra familia humana, vuestra labor como diplomáticos es de fundamental importancia. Por su parte, la Santa Sede, a través de sus representaciones diplomáticas y de su actividad en el seno de la comunidad internacional, sostiene todos los esfuerzos para construir un mundo en el que la persona humana esté en el centro, las finanzas estén al servicio del desarrollo integral y la Tierra, nuestra casa común, sea protegida y cuidada. A través de sus obras de educación, caridad y asistencia sanitaria en todo el mundo, la Iglesia trabaja por el bien común, promoviendo el desarrollo de las personas y de los pueblos, y de este modo trata de contribuir a la causa de la paz».
Por último, el Papa pidió a los diplomáticos que transmitan a los jefes de Estado su estima y su agradecimiento, y aseguró la colaboración y la ayuda de las oficinas de la Santa Sede en su misión.