(Asia News/InfoCatólica) Los jóvenes chinos no quieren tener hijos: cuesta demasiado y el Estado no brinda ayuda. Las nuevas generaciones prefieren renunciar a ser padres para mantener su nivel de vida. Es el problema al que se enfrentan las autoridades chinas mientras el país se encamina a un colapso demográfico.
Según el Ministerio de Asuntos Civiles, el año pasado se registraron 8,1 millones de matrimonios: un 12% menos que en 2019. Es el séptimo año consecutivo que muestra una caída en el número de matrimonios; las cifras de 2020 representan un descenso del 40% respecto a las de 2013.
Ayer, la Oficina Nacional de Estadística publicó los resultados del censo nacional. En 2020, la población superó los 1.400 millones, pero en comparación con 2019, los nacimientos cayeron un 18%: de 14,65 a 12 millones.
Las mujeres chinas en edad fértil dan a luz 1,3 hijos cada una, un índice que dista mucho de los 2,1 necesarios para mantener estable la población. La cifra es incluso inferior a la de Japón (1,37 hijos por mujer), uno de los países que posee la población más anciana del mundo. Algunos investigadores estiman que en los próximos 10 años la proporción de mujeres chinas de entre 22 y 35 años se reducirá en más de un 30%.
Con la política del hijo único, surgió otro problema: la población masculina supera con creces la femenina. En la franja etaria de 15 a 19 años hay 118,39 hombres por cada 100 mujeres.
El envejecimiento de la población y la disminución del número de personas en edad de trabajar exigen una modificación y adaptación de la estructura económica. Según varios observadores, el ritmo de envejecimiento de China es mayor que el de acumulación de riqueza.
Para la dirigencia de Beijing, la caída evidente de la mano de obra es una amenaza: el régimen funda su legitimidad en el crecimiento económico y en la promesa de bienestar para los chinos. En el mes de abril, el Banco Central chino recomendó al gobierno que abandone las políticas de control de la natalidad, ya que si no se toman medidas de este tipo, el país perderá su fuerza económica.
Los investigadores del instituto encargado de la moneda confirmaron esencialmente el fracaso de la política del hijo único implementada en el pasado. Pese a que la ley se flexibilizó en 2016 y ahora es posible tener dos hijos por familia, la situación no ha cambiado. Según el Banco Central, la «liberalización» de los nacimientos debe producirse ahora, cuando todavía hay parejas que quieren tener más hijos. Advierten que la dinámica socioeconómica podría cambiar en el futuro, como ya ha ocurrido en países más desarrollados.
Sin embargo, varios expertos sostienen que la cancelación de las políticas de control de la natalidad no será suficiente para evitar el colapso demográfico. También es necesario alentar a los chinos a que formen familias. Las mujeres, en particular, deberían recibir subsidios para compensar los costes y los sacrificios profesionales a los que se enfrentan si deciden tener hijos. El apoyo financiero debe concentrarse en las grandes ciudades, donde los costes de la vivienda y la atención médica maternal son más elevados.
Es un reto enorme para el Partido Comunista Chino. Muchas sociedades occidentales, con sistemas de bienestar mucho más generosos que el del gigante asiático, no consiguen frenar la caída de la natalidad. Lo mismo ocurre con Japón, donde el declive demográfico coincide con una caída de la economía.