(Asia News) El cardenal hace un «llamamiento patriótico y lleno de sentimiento cuando nos estamos acercando a las elecciones», y recuerda «tensiones, inestabilidad e incógnitas» que pesan sobre el futuro de la nación a nivel político, social, cultural y económico que requieren «un despertar de la conciencia» de pertenencia a una «comunidad».
Las reflexiones del patriarca caldeo llegan un mes después de la histórica visita del Papa Francisco a Irak y de cara a las elecciones parlamentarias, previstas para el próximo 10 de octubre si no hay nuevos aplazamientos, ya que inicialmente iban a celebrarse en junio. Con la votación se elegirán los 328 miembros de la Cámara de Representantes, quienes luego deben elegir al futuro Presidente de la República y al Primer Ministro, junto con el nuevo gobierno.
Como ciudadano iraquí, dice el cardenal, «he vivido durante décadas» la violencia, la devastación, las crisis que han sacudido la «patria [que representa] la identidad unificadora», capaz de acoger y proteger la «diversidad». Explica que su propuesta es «coherente» con las orientaciones del líder chiíta, el gran ayatolá Ali al-Sistani, en referencia a la época de Medina, cuando imperaba una sociedad neutral, respetuosa de la independencia del ámbito religioso y no en conflicto con él, donde los líderes religiosos constituyen un elemento capaz de «ofrecer consejo y orientación» a la patria.
«El fundamento del Estado civil - afirma el cardenal - es garantizar la igualdad de derechos y deberes de todos los ciudadanos y brindarles una vida digna. No es cierto que el sistema laico se oponga a la religión; por el contrario, el sistema civil no priva a las personas del derecho a practicar su religión de acuerdo con sus convicciones personales, y al mismo tiempo tampoco las obliga a profesar una religión».
«Un estado civil - continúa - abraza todas las religiones, culturas, grupos e idiomas, administra los asuntos públicos de manera equitativa y protege contra los peligros». «No interfiere en las opciones religiosas de sus ciudadanos ni basa su política en una determinada ideología dogmática, que construye para obtener el poder y la hegemonía», como ocurría en el cristianismo medieval y hoy en las diversas corrientes del «Islam político». En ambos «deplorables» casos, el objetivo «es el poder, no el servicio a la persona», que respeta el principio inviolable de «libertad de conciencia, según el cual un ciudadano puede ser cristiano, musulmán o de otra religión».
La fe establece «una relación viva y vertical» con Dios y «une a los seres humanos». Su «santidad» debe ser «respetada, no politizada ni distorsionada». Tenemos la esperanza, concluye el cardenal, de que el marco político de cara a la votación «se oriente hacia la adhesión al orden civil, no al sectarismo, en consonancia con el llamamiento de la suprema autoridad chiíta, el gran ayatolá Ali al-Sistani, para darle nueva vida al país».