(Vatican.news) «Que el diálogo prevalezca sobre la represión y la armonía sobre la discordia, y que la comunidad internacional preste la ayuda necesaria para que las aspiraciones del pueblo de Myanmar (Birmania) no se vean sofocadas por la violencia». esas fueron las palabras del Papa en el Ángelus celebrado el domingo 3 de marzo, con las que mostraba su preocupación por Myanmar, desde donde siguen llegando noticias dramáticas.
Y hoy el tono de Francisco se vuelve más sentido, recordando con sus palabras la poderosa imagen de la hermana Ann Nu Thawng, la religiosa católica javeriana que se arrodilló frente a los agentes para salvar a los jóvenes durante las manifestaciones pacíficas a favor de la democracia:
«Una vez más y con tanta tristeza siento la urgencia de evocar la dramática situación de Myanmar, donde tantas personas, especialmente jóvenes, están perdiendo la vida para ofrecer esperanza a su país. Yo también me arrodillo en las calles de Myanmar y digo: ¡que cese la violencia! Yo también extiendo mis brazos y digo: ¡que prevalezca el diálogo! El derramamiento de sangre no resuelve nada. ¡Que prevalezca el diálogo!»
Recordemos que en el país asiático, desde el 1 de febrero, día del golpe militar que destituyó del poder la líder, la Premio Nobel de la Paz Aun San Suu Kyi, se ha producido una escalada de violencia contra los manifestantes pacíficos que reclaman el retorno del Estado de Derecho, incluyendo huelgas y protestas callejeras. Al menos 150 personas murieron, según las ONG.
A la «consternación» expresada por la ONU y a los llamamientos de la comunidad internacional se ha unido desde el principio la acción silenciosa y contundente de la Iglesia: el pasado lunes, durante la Jornada Mundial de Oración, el último llamamiento del cardenal Charles Bo, arzobispo de Yangon, que volvió a hacer un llamamiento al diálogo y a la justicia.