(Ecclesia) El presidente de la Conferencia Episcopal Española evocó el comportamiento de una enfermera para con una religiosa enferma de covid-19 en los peores días de la pandemia. La religiosa en cuestión, que falleció posteriormente, fue trasladada de urgencia al hospital, y no se llevó nada consigo, ni siquiera sus gafas. Una vez ingresada echó en falta su crucifijo y rogó a la enfermera si le podía conseguir una pequeña cruz. Esta, tras no encontrar ninguna en su despacho, buscó una por internet, la imprimió y se la colgó en su habitación.
«Aquel gesto tan bonito y sencillo –recuerda Omella– llenó de paz y alegría a la religiosa. Y todo gracias a una persona sensible que tenía claro que hay que ponerse siempre del lado de los que sufren».
«Un oasis de misericordia»
La Cuaresma es un tiempo para dar limosna. «Y qué mejor limosna que tratar con delicadeza y amor a las personas enfermas, tal como lo hizo esta enfermera», dice Omella. Para el purpurado de Cretas (Teruel), «para estar al lado de los enfermos, a veces basta tan solo con pequeños gestos de afecto. Aunque la situación sanitaria que estamos viviendo nos impide acercarnos físicamente a los demás, siempre podemos acompañarlos con nuestra oración, con una llamada telefónica, con una carta, con una videoconferencia, con una sonrisa o palabra amable».
El arzobispo de Barcelona recuerda que, en su mensaje para la Cuaresma, el Papa Francisco también nos insta a tratar con ternura a los enfermos y a ofrecer palabras de confianza a los necesitados. Se trata de «que sientan que Dios los ama con un amor entrañable» y de ser para ellos un «oasis de misericordia» (Misericordiae vultus, 12).