(InfoCatólica) El cardenal constata que «la pandemia permanece y hasta parece recrudecerse; andamos un poco o bastante sobrecogidos, cohibidos». Pero añade que, ante esa realidad, «esta hora es para que volvamos a Dios, confiemos en Él, y no tengamos miedo, y se vea la gloria de Dios que es que el hombre viva».
El purpurado explcica que leyó en «la portada de un periódico, algo así: «el olvido de Dios en plena pandemia, las iglesias se vacían». Me produjo mucha tristeza esta noticia de portada, que sin duda, por el contenido del artículo en páginas interiores, no tenía ninguna intención torcida ni perversa, al contrario; pero me dejó triste y con dolor».
Y advierte:
«No podemos permanecer casi impasibles, resignados y sin esperanza. Es la hora de Dios, que no nos deja ni permitirá que nos hundamos en la pandemia».
Recordando la necesidad de la conversión, el arzobispo de Valencia recuerda lo que el libro de Jonás relata sobre lo sucedido con Nívive
«Es necesario creer, fortalecer la fe y cambiarán las cosas, como cambiaron en Nínive cuando creyeron en Dios ante el anuncio de Jonás. No es un consuelo ficticio, es una realidad viva y cierta; pero avivemos la fe, que la necesitamos todos».
Y añade:
«os digo en estos momentos que necesitamos vivir esa fe, acrecentar esa fe, pedir al Señor que aumente nuestra fe; y para ello participar realmente en la Eucaristía, escuchar la Palabra de Dios en ella, tomar parte en la celebración del misterio de la fe, comulgar realmente -comer el Pan de la vida-, no sólo espiritualmente. Orar y adorar al Santísimo, realmente presente en este sacramento de la fe, de la verdad y de la caridad».
Es por ello, que plantea lo siguiente a sus sacerdotes:
«Con esto os quiero decir, especialmente a vosotros, queridos hermanos, sacerdotes, que para que esto sea así -y no sólo por TV o internet, u otros medios de las nuevas redes-, que celebremos presencialmente la Eucaristía, sacramento de nuestra fe, y que tenéis no sólo el permiso, sino el ruego de que cuantas veces sea necesario u oportuno hacerlo lo hagáis, guiados de la prudencia, aunque participen numéricamente pocos fieles, y aunque estéis solos o casi solos, siempre guardando las medidas de prudencia y responsabilidad necesarias. La fe no puede mantenerse sin la Eucaristía. Los cristianos de hoy, como los cristianos y mártires de los primeros siglos, no podemos vivir sin la Eucaristía. También os pido que tengáis las iglesias abiertas todo el día, con el Señor, el Santísimo, expuesto para que los fieles puedan estar con el Señor, orando y adorándolo y vosotros mismos también. No lo dudéis: el pueblo fiel necesita la Eucaristía, como nos muestra Dios mismo en tantos testimonios a lo largo de la historia en momentos difíciles y en pruebas, como hoy sucede».
«Carta a toda la diócesis» (texto completo)