(Aica) Con motivo de la «sombría jornada del 30 de diciembre» y la «consagración del derecho a quitar la vida a los seres que se están gestando», el arzobispo de Buenos Aires, cardenal Mario Aurelio Poli , compartió unas reflexiones en las que confiesa quie «me ayudaron a poner una mirada esperanzadora sobre el momento que vivimos y estoy seguro de que contribuirán para discernir y renovar nuestra confianza en que finalmente se impondrá el Dios de la vida, por caminos que solo Él conoce».
El arzobispo porteño comienza recordando ese día en el que «amaneció con un cielo diáfano de verano, pero para muchos argentinos se vivió una silenciosa y sombría jornada, como si muchos volviesen de inhumar un familiar muy querido. Resultó difícil definir el sentimiento de impotencia y tristeza, al no poder defender el derecho de tantas almas inocentes ante una ley que por muchos motivos nace injusta y tan contraria a la cultura y sentir del pueblo».
Y describió la triste paradoja que «mientras un grupo de jóvenes y militantes partidarios celebran hasta el paroxismo la consagración del derecho a quitar la vida a los seres que se están gestando, la inmensa mayoría de los argentinos contemplamos asombrados el avance de una legislación que prioriza el descarte de los más débiles y se ha puesto el derecho elemental que nos permite participar de la fiesta de la existencia, desde el mismo momento en que acontece el maravilloso don de la vida desde el instante de la concepción. Paradójicamente, esto ocurre con un gobierno que se dice popular y en el contexto de una pandemia que se cobró hasta el momento más de cuarenta mil muertos, y amenaza con una segunda réplica de contagios».
El cardenal Poli imagina «que el mismo dolor habrán padecido la Virgen y San José camino a Egipto, cuando se enteraron del infanticidio que llevó a cabo el rey Herodes: acaso pensaban en el dolor de jóvenes esposos, a quienes se les arrebataba el hijo, sin poder hacer nada ante el brutal atropello del poder de turno».
Pero el arzobispo celebra que «mientras somos peregrinos en la tierra, y nos cuesta atravesar estos momentos aciagos, viene en nuestra ayuda el magisterio del papa Francisco, quien nos propuso un año dedicado a la figura de San José, quien se echó al hombro el cuidado de María y el Niño Jesús, y lo hizo con un corazón de padre».
En el texto, fechado el 8 de enero, el arzobispo comparte «algunos textos para poner una mirada esperanzadora y confiar en la Divina Providencia de Dios que gobierna este mundo, con sabiduría y amor».
El arzobispo explica que «muchas veces ocurren hechos en nuestra vida cuyo significado no entendemos y nuestra primera reacción es a menudo de decepción y rebelión», pero dirigiendo la mirada hacia san José, vemos cómo «José deja de lado sus razonamientos para dar paso a lo que acontece y, por más misterioso que le parezca, lo acoge, asume la responsabilidad y se reconcilia con su propia historia. Si no nos reconciliamos con nuestra historia, ni siquiera podremos dar el paso siguiente, porque siempre seremos prisioneros de nuestras expectativas y de las consiguientes decepciones ».
«La vida espiritual de José no nos muestra un camino que explica, sino un camino que acoge. Sólo a partir de esta acogida, de esta reconciliación, podemos también intuir una historia más grande, un significado más profundo».
Por último, el cardenal Poli recuerda que «el realismo cristiano, que no rechaza nada de lo que existe, vuelve una vez más. La realidad, en su misteriosa irreductibilidad y complejidad, es portadora de un sentido de la existencia con sus luces y sombras y, en palabras del apóstol Pablo, «sabemos que todo contribuye al bien de quienes aman a Dios».
«La fe que Cristo nos enseñó es la que vemos en san José, que no buscó atajos sino que afrontó 'con los ojos abiertos' lo que le acontecía, asumiendo la responsabilidad en primera persona», concluyó el arzobispo de Buenos Aires su reflexión.