(Asia News) Carta del Hno. Yesudas
Queridos amigos: en enero me trasladaron de Dum Dum [la zona del aeropuerto de Kolkata] a una comunidad a 70 km de Calcuta. En los alrededores hay pueblos agrícolas rodeados de muchos árboles, el aire es limpio y todo es verde. En este ambiente bello y tranquilo, tenemos un Mercy Home (Hogar de Misericordia) para los enfermos de lepra que no tienen techo. También tenemos un centro de rehabilitación para familias de leprosos, un hogar para los enfermos mentales que han salido de la cárcel y un centro para enfermos mentales de familias muy pobres.
Es un lugar silencioso y lleno de paz. La pandemia ha afectado nuestro trabajo, pero de todas maneras hemos tenido tiempo de hacer pequeñas cosas en el Mercy Home y en la Shanti Navas (Casa de la Paz) para los ex convictos que sufren enfermedades mentales, y para los pobres enfermos.
Entre las pequeñas cosas, está la organización de la ficha de cada paciente, con sus datos y la historia de su enfermedad: con ello vino el descubrimiento de la belleza y la alegría de cada una de estas personas, en medio del sufrimiento. En estos días de encierro también me di cuenta de que vivimos en un mundo en el que no tenemos control sobre la pandemia, que ha infectado a millones de personas y ha afectado a nuestras vidas y nuestro bienestar. Al principio de la pandemia, nuestro primer ministro Narendra Modi nos pidió a todos que tocáramos las campanas, aplaudiéramos y encendiéramos las luces. Ciertamente, cuando nos pedía esto, tenía sus propios objetivos en mente. Pero entonces reflexioné y me pregunté qué hacer cuando me enfrento a grandes problemas sobre los que no tengo control. Siempre he creído que las cosas que me duelen, que me humillan, o los problemas que son difíciles de afrontar, son los que nos enseñan y nos guían hacia la luz. La crisis siempre tiene un camino que nos saca del curso habitual de la vida y nos hace ver la belleza incluso dentro de la crisis.
Para algunas personas que acostumbran tener una agenda muy apretada y no tienen tiempo para su familia, el encierro les dio la oportunidad de pasar un tiempo valioso con su familia. También tuvieron la maravillosa experiencia de hacer pequeñas cosas como cocinar juntos, compartir tareas, pintar, dibujar, jardinería, etc. Cada crisis puede llevarnos a hacer cosas hermosas para nosotros y para los demás, y traer una inmensa alegría a nuestra vida.
En nuestro Hogar de la Misericordia vive Kokhan Haider. A primera vista, él no tiene nada de bello. Es como [el hombre] que describe la Sagrada Escritura: «No tiene apariencia ni belleza para atraer nuestra mirada» (Isaías 53:2). La lepra le ha dejado a Kokhan Halder un rostro que cuelga, y una nariz deformada, por la destrucción del tabique nasal. Todos los huesos de sus dedos están desgastados. Las palmas de sus manos no tienen dedos. A duras penas logra sostener algo en una mano. Le amputaron las piernas hasta la rodilla. Es tan hermoso ver cuando toma la escoba para barrer el piso, o la forma en que sostiene la cuchara para comer. Está lleno de vida y sus movimientos de rodillas, para hacer pequeñas cosas para los demás, son hermosos: dentro de su deformidad, hay algo digno de contemplar. Dice: Mientras esté vivo, debo hacer algo por los demás; no puedo ser perezoso. En él reconocemos el nacimiento de Dios, su belleza y bondad. Mirarlo es como celebrar la Navidad, porque Dios es belleza y bondad.
La belleza y la bondad se reclaman mutuamente. Cuando se expresa nuestra belleza interior, cuanto más nos relacionamos con los demás y con toda la creación, más nos introducimos en la realidad divina. Nuestra belleza interior es amar, dar, compartir, soportarse mutuamente y lograr la unidad. Esto es lo que hace Kokhan Haldar a pesar de sus deformidades y sufrimientos. Una mirada contemplativa vive en su rostro deforme y revela su alegría interior. Y esta alegría es la Navidad.
También miro a nuestros amigos locos, que salieron de prisión. Hay quienes han pasado entre 12 y 25 años en la cárcel y algunos son muy ancianos. Sus familias los consideraban una carga, difícil e imposible de soportar. Por eso lo acusaron falsamente, para encerrarlos en un instituto correccional. Allí siempre se los trataba como idiotas, como gente que debía pagarlas, como imbéciles. Pero lo que necesitaban era respeto, valor y un sentido de pertenencia. El encierro nos ayudó a crear eso, porque estaban más presentes y eso facilitaba el encuentro. Algunos son enfermos mentales crónicos, pero todos trabajan para mantener el lugar muy limpio. Ellos saben que Shanti Navasa es su hogar. Y es tan agradable ver cómo se ayudan mutuamente y hacen las distintas tareas domésticas todos los días, sin ninguna queja. Sería imposible para nuestra comunidad - somos tres - cuidar de este centro sin la generosa ayuda y el apoyo de 45 de ellos. Para mí, contemplar su belleza y bondad todos los días, en silencio, es Navidad.
La Navidad de este año, marcado por la pandemia, nos invita a tocar las campanas, a aplaudir y a encender las lámparas en medio de las crisis de nuestras familias, en nuestra comunidad religiosa y en nuestro servicio a los más pobres; nos invita a apreciar la belleza interior y la bondad de las personas con las que vivimos y trabajamos. Si dejamos caer nuestro ego, y permitimos que lo divino nazca en nosotros, dejamos que esa belleza, esa bondad y esa luz respladezcan.
Que esta Navidad y el Año Nuevo sean una bendición de belleza y bondad para ustedes y para sus seres queridos.
Con amor y luz,
Vuestro hermano Yesudas, Misionero de la Caridad