(ACN/InfoCatólica) «Al menos 43 civiles han sido asesinados de forma horrible y algunos informes que estamos recibiendo indican que hasta 110 civiles pueden haber perdido la vida», ha informado la jefa de Información Pública de Oficina de Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA) en Nigeria, Eve Sabbagh.
El coordinador humanitario de Naciones Unidas en Nigeria, Edward Kallon, se declaró «horrorizado» por el ataque cometido cerca de Maiduguri, la capital del estado de Borno, en el noreste de Nigeria. «Decenas de civiles murieron sin piedad y muchos otros resultaron heridos en este ataque», dijo en un comunicado Kallon. «Los informes que estamos recibiendo indican que los agricultores inocentes fueron víctimas de esta cruel violencia», indicó el coordinador humanitario, añadiendo que también que «varias mujeres pueden haber sido secuestradas».
Según el comunicado, el «brutal» asalto se llevó a cabo por hombres armados que llegaron en motocicletas y atacaron a hombres y mujeres que estaban cosechando sus campos en Koshobe y otras comunidades rurales en la zona del gobierno local de Jere. Los agricultores fueron atacados en el arrozal de Garin-Kwashebe. Según declararon testigos al diario local Premium Times, los agricultores «fueron acorralados y sumariamente masacrados por los insurgentes armados».
El peor ataque contra civiles en 2020
El coordinador humanitario de Naciones Unidas en Nigeria expresó su pésame a las familias de los civiles que perdieron la vida y deseó una pronta recuperación a los heridos. Según Kallon, se trata del «ataque directo más violento contra civiles inocentes» en lo que va de año, aunque «desafortunadamente, es uno de los muchos ataques de este tipo». Por ello, condenó «enérgicamente» este ataque y cualquier acto de violencia contra civiles inocentes e instó «firmemente» a todos los actores sobre el terreno a respetar las leyes internacionales y de humanidad.
Los cuerpos de 43 de los fallecidos fueron enterrados el domingo por cientos de residentes de la zona, según recogieron varios medios nigerianos, en un funeral al que asistió el gobernador de Borno, Babagana Umara Zulum. «Otros no han sido recuperados del lugar del incidente. Nadie puede decirle el número exacto de personas muertas. Algunas de las víctimas siguen desaparecidas», dijo un residente al gobernador, según recoge el periódico local Daily Post.
Después de asistir al entierro de los agricultores, Zulum admitió que Boko Haram existe «con fuerza» en muchas partes del estado, es una amenaza para más de seis millones de personas en esa zona del país y sigue presente en el bosque de Sambisa y las regiones del lago Chad del norte de Borno. «Nuestra gente se encuentra en situaciones difíciles. Por un lado, si se quedan en casa, pueden morir de hambre y de inanición; por otro, si salen a sus tierras de cultivo corren el riesgo de ser asesinados por los insurgentes. Esto es muy triste», declaró Zulum a los periodistas.
Más de 27.000 muertos
El presidente nigeriano, Muhammadu Buhari, condenó el asesinato de los agricultores, que calificó de «demente» e «insensato» y dijo que el Gobierno ha brindado todo el apoyo necesario al Ejército para «tomar todas las medidas necesarias para proteger a la población del país y su territorio».
Boko Haram fue creado en 2002 en la localidad de Maiduguri por el líder espiritual Mohameh Yusuf, con el propósito de denunciar el abandono al que las autoridades habían sumido a un marginado y empobrecido norte del país. En aquel momento, solo efectuaba ataques contra la Policía nigeriana, al representar al Estado, pero desde que Yusuf fue abatido por agentes en 2009 el grupo se radicalizó e inició una sangrienta campaña para imponer un gobierno de corte islámico en un país donde el norte es mayoritariamente musulmán y el sur es cristiano.
Desde entonces, el noreste de Nigeria –y en los últimos años las áreas de Camerún, Chad y Níger fronterizas a su vez con la cuenca del lago Chad– viven bajo una doble amenaza yihadista. En la última década, Boko Haram y su escisión el Estado Islámico en la provincia de África Occidental (ISWAP) han asesinado a más de 27.000 personas y han desplazado de sus casas a cerca de tres millones, según datos de la ONU.