(GaudiumPress/InfoCatólica) Luiz Carlos Lodi, de la Diócesis de Anápolis, conocido sacerdote defensor del derecho a la vida, ha sido condenado a pagar una indemnización de 398.000 reales (aproximadamente 70.000 dólares) a una pareja, luego de haber obtenido una orden judicial que impidió el aborto de un feto con el síndrome del ‘Body Stalk’, una anomalía caracterizada por un cordón umbilical corto y la imposibilidad de cerrar la pared abdominal, dejando expuestos los órganos internos.
Los hechos ocurrieron así: la madre había obtenido un derecho legal en los tribunales para realizar el aborto porque, según los médicos, debido a una grave enfermedad, el bebé no podría vivir fuera del útero. Mientras tomaba la medicación para proceder con el aborto, el sacerdote obtuvo otra decisión que obligó a la embarazada a interrumpir el procedimiento (de aborto) y salir del hospital.
Lamentablemente el bebé nació ocho días después y murió dos horas después del parto.
Esto fue en el año 2005. En el 2008 la mujer presentó una demanda y en el año 2016 el sacerdote fue condenado por el Tribunal Superior de Justicia (STJ) a pagar una indemnización de R$ 60 mil con correcciones e intereses.
No hay posibilidades de nuevas apelaciones
En entrevista con ACI Digital, el sacerdote comentó que la condena es preocupante porque crea un «muy mal precedente, porque ha establecido persecución contra la Iglesia Católica. Este caso pone como algo oficial que no se puede defender la vida en nombre de la Fe que se profesa, aunque se utilicen los medios legales para ello.
Con esta decisión, todo aquel que quiera valerse de los medios legales para defender la vida y prevenir el aborto no podrá hacerlo por temor a ir a los tribunales y luego ser procesado», lamentó.
El padre Lodi dijo estar tranquilo e incluso feliz, porque «Jesús dijo: ¡Bienaventurados los que son perseguidos por la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos! Bienaventurado eres cuando te calumnian, cuando te persiguen y falsamente dicen todo el mal contra ti por mi causa. Alégrate y regocíjate, porque tu recompensa en el cielo será grande».