(InfoCatólica) En la Carta Pastoral «Monstra te essem Matrem» (Para gestar nuevos cristianos), D. Juan Antonio asegura que «España, sin lugar a dudas, ha sido un campo a conquistar respecto a la secularización y un laboratorio donde ensayar toda la deconstrucción antropológica, la ideología de género, su derivación en la teoría “queer”, etc. , que después se ha transportado a Hispanoamérica».
El obispo asegura que se ha favorecido «al máximo el secularismo en la cultura, la vida social y al interior de la Iglesia. Con este secularismo lo que se busca es prescindir de Dios y hacerlo irrelevante para la vida personal, familiar, social y política. Si los principios de la moral católica dejan de estar fundamentados en Dios creador y en la revelación divina, la enseñanza de la Iglesia y su doctrina pasan a ser opinables, ya no están garantizadas por la autoridad divina.
El papel de los medios de comunicación en esa tarea destructora ha sido fundamental:
«... los medios de comunicación social y de masas han conseguido ideologizar las mentes y atravesar el alma de los españoles, destruyendo su patrimonio espiritual acumulado por siglos de tradición católica de nuestro pueblo».
Libertad destructora de la libertad
El prelado constata que «los objetivos se han ido sucediendo en nombre de una libertad destructora de la misma libertad: los ataques a la vida humana naciente o terminal, la disolución del matrimonio, la deconstrucción de la familia, una determinada “liberación de la mujer” y su empoderamiento; la deconstrucción de la unidad cuerpo espíritu con la ideología de género, etc. Todo ello ha sido primero propuesto como “nueva cultura” y después ha sido plasmado en las leyes adquiriendo la relevancia de una determinada justicia».
Tras asegurar que la Iglesia en España ha sido tentada a seguir ese plan, añade:
«Es justo decir, sin embargo, que la Conferencia Episcopal Española siguió de cerca todos los cambios que se promovían y elaboró criterios para orientar a los fieles con las enseñanzas del magisterio del Papa Juan Pablo II y de Benedicto VI. Sus documentos, en cambio, eran poco divulgados y no llegaban a penetrar en el tejido eclesial que de distintas maneras no era del todo consciente de la avalancha de medios que se estaban utilizando para promover el cambio social y el diseño de una sociedad que del relativismo moral está transitando al nihilismo».
El obispo de Alcalá de Henares reconoce un hecho que no admite discusión. La aniquilación progresiva de la presencia católica en la vida pública:
El catolicismo social, con la presencia de los partidos políticos y los sindicatos, con el tiempo se ha ido disolviendo y sólo pueden contemplarse pequeños restos de un naufragio en el que han ido desapareciendo los pilares en los que se asentaba la tradición católica y la inspiración cristiana en el campo de la empresa y del trabajo. Tampoco las universidades promovidas por la Iglesia, por las congregaciones religiosas o por los laicos católicos han logrado hasta el momento generar un pensamiento crítico capaz de afrontar las ideologías hegemónicas y preponderantes en España.
Crisis de fe
Todo ello le lleva a afirmar que se ha ido «perdiendo la fe de nuestro pueblo y que, a pesar del catolicismo sociológico que podemos todavía observar... lo cierto es que la fe de nuestro pueblo está con heridas muy graves y no llega a conformar la vida humana ordinaria y la actividad de las personas».
Es por ello que pregunta:
«¿Qué nos ha pasado a los católicos españoles? ¿Cómo hemos podido estar tan poco atentos a las voces proféticas de San Juan Pablo II y Benedicto XVI? ¿En qué momento nos encontramos ahora y qué podemos hacer?»
Y responde:
«Nuestra crisis no se resuelve llamándola crisis política o crisis social, moral o religiosa. Lo que caracteriza a nuestro momento actual, fruto de lo dicho anteriormente, es una crisis profunda de fe y una ausencia de pensamiento crítico auspiciado por la misma fe en Cristo».
y
«Las crisis de la falta de nupcialidad, las rupturas matrimoniales y familiares, la falta de natalidad, la deriva de los jóvenes, la cultura de la muerte, el laicismo en las propuestas políticas y sociales, las crisis de identidad humanitaria y cristiana, están asentadas en una crisis profunda de fe en Cristo y en el sentido de pertenencia eclesial. No se trata de cualquier tema. Estamos ante una enfermedad profunda que reclama de todos nosotros una etapa larga de purificación».
Faltan profetas
El obispo afirma que «el Señor nos sitúa de nuevo en el exilio y nos faltan profetas que llamen a la conversión para poder reconstruir de nuevo la ciudad y plantar en ella la Cruz».
A pesar de ello, D. Juan Antonio exhorta a comenzar de nuevo:
«Como los primeros cristianos, hemos de comenzar de nuevo, con su mismo método y, acompañados por la Virgen María, suplicar un nuevo aliento del Espíritu, unidos al sucesor de Pedro, el Papa Francisco, y con fidelidad a la Palabra de Dios, recibida en la tradición y testificada con vocación martirial».
Y anima a los fieles «a celebrar el 450º aniversario de la victoria de Lepanto con la propagación del Santo Rosario», y tras dedicar gran parte de su carta a explciar cómo ha de llevarse a cabo el mencionado nuevo comienzo, decreta:
Con motivo de esta efeméride, hemos solicitado a la Sagrada Penitenciaría de Roma un Año Jubilar que nos ayude a volver la mirada a la Virgen de la Victoria buscando su intercesión y para actualizar y propagar entre los fieles, también los niños, las familias y las parroquias el rezo del Santo Rosario privada y públicamente. Encargo a una comisión los aspectos particulares de este Año Jubilar que se va a extender desde el primer domingo de adviento de 2020 hasta la fiesta de Cristo Rey de 2021. En todo este año la Imagen de la Virgen del Rosario y su convento en Villarejo de Salvanés serán designados como lugares de peregrinación y de oración en comunión con las imágenes del Rosario diseminadas en toda la diócesis.
El prelado establece paralelismos entre la situación de hace 450 años y la actual. Ahora el enemigo no sólo es externo sino que está dentro de la propia Iglesia:
«En el siglo XVI concretaron el enemigo de la civilización cristiana en el imperio otomano. Hoy el enemigo está más diluido e incluso se ha hecho presente en el seno de la Iglesia. Hoy los ataques no se sitúan en un territorio concreto, sino que han penetrado en el interior de las almas. Se trata de una situación, la nuestra, en la que se prescinde de Dios y se pretende “deconstruir” la persona humana, la familia, la educación y el sentido cristiano de la vida social y política».
Y afirma:
«Hoy estamos ante una batalla cultural que, desde siglos, ha ido perfilando sus principios y sus dogmas. Más allá del marxismo o del liberalismo, de la ideología de género y sus consecuencias, la lucha se articula como una guerra desarrollada por los poderosos contra los débiles».
Tres dogmas laicistas
El obispo español señala los tres dogmas anticristianos que inundan hoy la sociedad:
«...se han querido implantar los tres dogmas laicistas que he recordado antes: la autonomía radical del individuo, la libertad individual como posibilidad de todas las posibilidades y sumar “lo que siento”, los sentimientos y deseos a la lista de los llamados derechos humanos sancionados por las leyes y, por tanto, reconociéndolos como parte de la justicia»
Y a continuación explica cómo funcionan y cómo se opone a la revelación cristiana.
Tras mostrar la importancia el rezo del Rosario, Mons. Reig Pla concluye su carta encomendándose a la Madre del Señor:
«Cogidos de la mano de María, os invito a comenzar este curso cargado de incertidumbres por la pandemia. Ella nos ha de llevar a profundizar en el primer anuncio cristiano y en el desarrollo de la Iniciación Cristiana. Como ella, nuestra diócesis de Alcalá de Henares, antigua diócesis complutense, debe descubrir su vocación materna para gestar nuevos cristianos, promover familias cristianas y vivificar nuestras parroquias como auténticas comunidades».