(Vatican.news/InfoCatólica) En un tono firme, el cardenal Lacroix analizó y lamentó la situación que está experimentando la Iglesia católica de la provincia desde marzo a causa de la pandemia por Covid-19. Lo hizo durante la celebración de la Misa por Santa Ana, patrona de Quebec.
Destacando los esfuerzos y el compromiso de las autoridades eclesiásticas para luchar contra el coronavirus a su nivel y limitar el contagio, el arzobispo de Quebec criticó la actitud de las autoridades públicas de la provincia francófona canadiense, explicando que «es muy laborioso hacerse oír».
«Desde el principio -y a lo largo de los últimos meses- hemos sido buenos jugadores, queriendo poner de nuestra parte por el bien de la empresa, colaborando en el esfuerzo colectivo en tiempos de crisis. Era necesario que fuéramos solidarios y lo hemos sido», dijo el arzobispo.
Pero estos esfuerzos no han sido reconocidos, lamentó, añadiendo que «las autoridades gubernamentales no nos toman en serio» y quieren ignorar su existencia.
El pupurado añadió que «en ningún momento hemos logrado establecer un diálogo franco y directo con el gobierno y los funcionarios de salud pública» en Quebec. Los contactos con las autoridades se han realizado a través de terceros, y los obispos sólo se han enterado de los procedimientos a seguir a través de los medios de comunicación.
Desde el 22 de junio, las Misas con público pueden celebrarse con un aforo máximo de cincuenta personas, según una recomendación del Departamento de Salud Pública de Quebec, que ha especificado que no se trata de un límite estricto. Las reglas que se han establecido desde entonces son una distancia de dos metros, el lavado de manos, la desinfección de los locales y la distribución de la comunión manteniendo una distancia máxima, sin intercambiar palabras y en la mano.
Diferencias de tratamiento
Pero las parroquias y los fieles no han podido volver a una vida completamente normal. El cardenal Lacroix denunció la «doble moral» en relación con ciertos servicios, como los funerales, que se reanudaron rápidamente en los «pequeños salones» de las funerarias y no en las grandes iglesias, lo que «sembró mucha incomprensión».
Otro ejemplo: la venta de alcohol y cannabis se consideraba un servicio esencial. Sin embargo, «las comunidades de fe, que sin duda podemos considerar un servicio esencial para la comunidad, fuimos prácticamente ignoradas». Sin mencionar que los casinos pueden acomodar hasta 250 personas en lugares más pequeños que las iglesias. «No se puede entender», sentenció el cardenal.
Esta sucesión de hechos preocupa al purpurado:
«Reconozco que la timidez con la que nuestro gobierno evita cualquier diálogo abierto y sereno con los líderes de las comunidades de fe no me parece saludable para nuestra sociedad quebequense».
El cardenal aseguró que la Iglesia y sus miembros tienen «el derecho de ser considerados con respeto y no ser ignorados o relegados».
Las autoridades eclesiásticas todavía tienen que negociar cada semana con unas autoridades que tratan de imponer «restricciones que exceden lo razonable».
El arzobispo de Quebec finalizó su discurso con una advertencia:
«No abusen de nuestra paciencia y dejen de ignorar nuestra existencia y nuestro sentido de la responsabilidad»,