(Shalom/InfoCatólica) El movimiento Black Lives Matter dio un nuevo giro el pasado día 22 de junio, cuando Shaun King, activista y escritor, animó a destruir todas las «esculturas blancas» y otras representaciones artísticas de Jesucristo, calificándolas como «formas de supremacía blanca».
Reconociendo la violencia y la opresión ejercidas contra los nativos americanos así como contra los esclavos africanos en los siglos pasados como «dos de los mayores fracasos morales de nuestro país», el obispo Hying dijo que «ese aspecto negativo de la historia debería ser recordado y mantenido ante nuestros ojos». «Debemos estudiar y conocer esta historia para trascenderla, aprender de ella y comprometernos con la justicia, la igualdad y la solidaridad por su causa, afirmó.
El obispo dijo que lo que se requiere es «un esfuerzo de educación nacional para comprender nuestra historia en su totalidad, discutir respetuosamente sobre el modo correcto de recordar a las personas y los acontecimientos» para tomar decisiones mesuradas sobre las estatuas, edificios y monumentos».
En su carta, el obispo Hying hizo unas cuantas preguntas acertadas tales como, «si permitimos que la historia visual y conmemorativa de nuestro país sea destruida por grupos indiscriminados en el momento actual de ira, ¿cómo vamos a aprender de esa historia?». Dijo que recordar las figuras históricas no sólo nos puede ayudar a valorar el patrimonio de nuestra herencia sino también a analizar «las injusticias y pecados del pasado».
Para condenar la llamada de Shaun King a destruir las representaciones artísticas «blancas» de Jesús, el obispo dijo, «en la Iglesia católica, cada cultura, país, etnia y raza han reclamado a Jesús y a la Santísima Virgen como suyos». Porque el Hijo de Dios se encarnó en forma humana, «cada raza, tribu y lengua» puede representarlo libremente inspirado en sus propias culturas.
Señaló que algunos en la Iglesia en algún momento «han equiparado erróneamente la plenitud del catolicismo con la cultura europea» y que «creer en Jesús como Nuestro Señor y Salvador sólo nos hace más plenamente humanos y estar más profundamente arraigados en el valor de nuestras respectivas culturas y países».
En la conclusión de la carta, dijo que las imágenes, pinturas, vidrieras, iglesias e iconos son todas expresiones visibles del amor de Dios y su cercanía al ser humano.
«La iconoclasia secular» no traerá paz ni reconciliación». Exhortó a los fieles diciendo:
«No debemos entregar nuestra libertad religiosa a las voces que buscan la destrucción de nuestra presencia pública, la disminución de nuestro culto sacramental, y que neguemos nuestra fe en Jesucristo como salvador del mundo».
Traducido por Ana María Rodríguez y Manuel Pérez Peña