(InfoCatólica) El confinamiento derivado del estado de alarma para la contención del COVID-19 no detiene la vida en el Valle de los Caídos.
El viernes 19 de junio, solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús, la Abadía de la Santa Cruz del Valle de los Caídos vivió acontecimientos importantes para la comunidad benedictina y para los muchos fieles que ven crecer su espiritualidad en torno a ella.
Por la mañana, después de la Misa conventual, unas 50 personas realizaron una consagración al Sagrado Corazón de Jesús y al Inmaculado Corazón de María. La iniciativa partió de un grupo de oración que se reúne periódicamente en la Abadía sobre todo con el P. Abad Emérito, Dom Anselmo Álvarez. Estos fieles, hombres y mujeres de diversas edades, se estuvieron preparando durante varios días para un acto de tanta trascendencia en sus vidas.
Por otra parte, en la tarde de la misma solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús y después de la celebración de Vísperas en la capilla del monasterio, el joven postulante Fr. Joaquín, de 21 años de edad, recibió el hábito benedictino, acompañado de su familia y de manos del P. Superior de la comunidad, Dom Santiago Cantera, cuya homilía se ofrece aquí. En lo que va de este año 2020 y pese a todas las dificultades provocadas por la pandemia del coronavirus, tres postulantes han tomado el hábito monástico en el Valle de los Caídos.
La pasada festividad de San José tenían la dicha de la toma de hábito de Fr. J. A. M., un joven graduado en Filosofía En plena vorágine mediática se incorporaban dos nuevos postulantes, de 29 y 23 años de edad.
Homilía en la toma de hábito
Querido Fr. Joaquín:
Dentro de unos minutos, al recibir el hábito monástico y conforme a las palabras de San Pablo (Ef 4,24; Col 3,9-10), se te va a exhortar a despojarte del hombre viejo y a revestirte del hombre nuevo, creado a imagen de Dios en la justicia y la santidad verdaderas, y a que recibas el yugo y la carga de Cristo, que es suave y ligera como Él mismo anunció (Mt 11,29-30). «Revestíos del Señor Jesucristo», dice también San Pablo en otra carta (Rom 13,14).
Estas palabras se te aplican a la perfección en este día en que celebramos el Sagrado Corazón de Jesús y tú recibes el santo hábito. Has comenzado y tienes que continuar y culminar un camino de seguimiento e imitación de Cristo para una configuración lo más plena posible con Él. Una configuración con su humanidad para que Él te eleve en su divinidad, como invita el autor benedictino Ludovico Blosio al varón contemplativo: «Desee conformarse en todas las cosas con la sacratísima humanidad de Cristo y que, así como el espíritu de Dios estuvo siempre levantado, encendido, libre, sereno, quieto y alegre, del mismo modo lo esté también el suyo» (Institución espiritual, 6). Por eso, el mismo Blosio dirá: «No traigas el hábito de monje en vano, haz obras de monje» (Espejo de monjes). Y es que el hábito conlleva una exigencia de vivir como monje, recordándole de continuo su consagración a Dios y sus deberes de estado.
Has advertido personalmente tu vocación a la vida monástica como una llamada muy especial a reparar el desamor de los hombres al amor infinito del Corazón de Jesús; como una invitación divina a amar al Corazón de Jesús, en una dimensión profundamente contemplativa tal como la vivieron, entre otros, Santa Gertrudis de Helfta, Santa Margarita María de Alacoque, Santa Teresa del Niño Jesús y San Rafael Arnáiz, o la Sierva de Dios M. Mectilde del Santísimo Sacramento (Catalina de Bar), fundadora de las Benedictinas de la Adoración Perpetua en el siglo XVII, congregación nacida al calor de los monjes maurinos de la que los solesmenses somos herederos. Has advertido también esta vocación que te lleva a penetrar en esas palabras que la Santísima Virgen dijo a los pastorcitos de Fátima al referirse a los pecados de los hombres: «No ofendan más a Dios, que ya está muy ofendido».
Estos deseos de amar así a Jesús con amor de reparación son propios de una devoción sincera a su Sagrado Corazón; devoción que, como bien han expuesto los Papas de los últimos siglos, lejos de ser una beatería de tiempos pasados, es la entraña misma del cristianismo, porque es la devoción al Amor esencial (1Jn 4.8.16), eterno e infinito de Dios que nos ha enviado a su Hijo Unigénito para redimirnos del pecado (Jn 3,16). Y este Hijo Unigénito, por su amor hacia nosotros, se ha entregado en la Cruz (Jn 15,13) para obtenernos la filiación adoptiva de Dios y hacer que se derrame sobre nosotros el Espíritu Santo de Amor (Rom 8,14-17). El amor del Verbo encarnado, por tanto, es la suma y la cúspide del amor divino y del amor humano, modelo para nuestra manera de amar y meta que estamos llamados a alcanzar participando del amor intratrinitario.
El fundador de nuestra Congregación Solesmense, Dom Próspero Guéranger, fue un gran amante del Corazón de Jesús y debe ser para ti un modelo como monje y como impulsor de esta devoción. En este día de hoy te recuerda además –en palabras suyas– que el hábito es «signo visible de la separación del mundo» y que por eso los monjes le debemos un soberano respeto y hemos de vestirlo siempre con este sentimiento, esforzándonos en conservarlo con una gran limpieza y no quitándonoslo jamás sin necesidad (Notions sur la vie religieuse et monastique, I, 1).
Ciertamente, San Benito vincula en la Santa Regla la toma de hábito y la profesión de los votos, de tal modo que el abandono de las vestimentas seglares para recibir las monacales significa y conlleva en su mente el cambio total de vida, la asunción del estado monástico (RB 58, 26-28). De hecho, cuando San Gregorio Magno narra la vestición del hábito monástico de nuestro Santo Padre de manos del monje Román, emplea la designación conversationis habitus como expresión de una transformación para abrazar toda una vida dedicada al servicio de Dios (Diálogos, II, 1).
Por lo tanto, querido Fray Joaquín: revístete de Jesucristo, Modelo e Ideal para todo monje; revístete del Amor del Corazón de Jesús para que Él inspire, ilumine y fortalezca todo tu camino en la vida monástica. Revístete de la humildad y la obediencia de este Sacratísimo Corazón para que, como te anima Nuestro Padre San Benito, puedas así correr con inefable dulzura de amor por el camino de sus mandamientos con el corazón ensanchado (RB, Pról., 49).
Que el Inmaculado Corazón de María, cuya memoria celebraremos mañana y de cuyas virtudes excelsas te has de revestir igualmente, labre en ti un corazón orante como el suyo, en el cual conservaba, meditaba y contemplaba todas las cosas referidas a su divino Hijo (Lc 2,19.51).