(ACSB/InfoCatólica) La medida tomada por el pontífice polaco fue el génesis de los ordinariatos anglocatólicos creados por su sucesor, Benedicto XVI.
Numerosos sacerdotes de los ordinariatos celebrarán este aniversario ofreciendo sus Misas diarias en acción de gracias por lo que San Juan Pablo II hizo por los católicos de tradición anglicana.
Hace sólo unos meses, los miembros del ordinariato celebraron el décimo aniversario de la la Constitución apostólica Anglicanorum Coetibus del papa Benedicto XVI, que creaba ordinariatos personales para anglicanos que entran en plena comunión con la Iglesia Católica
Durante las generaciones anteriores al pontificado de Juan Pablo II, los anglicanos se habían comprometido en la oración, la esperanza y la discusión centrada en la eventual sanación del cisma y el retorno de toda la comunión anglicana al senoo de la Iglesia Católica. La manifestación formal de ese camino se estableció con la creación en 1967 de la Anglican–Roman Catholic International Commission (ARCIC)
A mediados y finales de la década de los 70 del siglo pasado, los acercamientos anglicanos a Roma por parte de grupos como la diócesis de la Santísima Trinidad y la Pro-Diócesis de San Agustín de Canterbury (PDSAC) culminaron en la elaboración por parte de la Santa Sede de una respuesta pastoral que permitiera a los anglicanos convertirse en plenamente católicos, conservando al mismo tiempo su integridad corporativa, su identidad común y los rasgos distintivos de su tradición litúrgica.
Aquello fue una demostración concreta de la seriedad con la que la Santa Sede abordó la cuestión de esos anglicanos, y su respeto por toda la tradición anglicana.
El 18 de junio de 1980, la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe preparó un decreto para la aprobación papal que respondía a los planteamientos anglicanos y a su deseo de conservar su identidad distintiva al hacerse católicos. El decreto comprendía varias decisiones que formarían el marco de una «Disposición Pastoral» que, a la espera de las disposiciones prácticas que debían ser implementadas por la Conferencia Episcopal de Estados Unidos, permitiría a los anglicanos del país norteamericano que entraran en plena comunión con Roma formar parroquias católicas propias que se caracterizaran por su distintividad litúrgica anglicana. También permitiría a los sacerdotes anglicanos casados continuar al frente de esas congregaciones como sacerdotes católicos, algo que tenía su precedente en lo establecido a principios de los años 50 bajo el Papa Pío XII.
El 20 de junio de 1980, san Juan Pablo II dio su autorización formal a las disposiciones y firmó el decreto como ley. Sin embargo, este acontecimiento innovador no llegó a los titulares de la prensa como lo hizo el Anglicanorum Coetibus una generación más tarde. ¡De hecho, los anglicanos interesados ni siquiera se enteraron de la medida del Papa durante meses! Más de un mes después del histórico acto de San Juan Pablo II, el Cardenal Seper, Prefecto entonces de Doctrina de la Fe, envió una carta adjuntando las disposiciones sustantivas del decreto a Mons. John Quinn, arzobispo de San Francisco, que era en ese momento el presidente de la Conferencia Episcopal estadounidense
El arzobispo Quinn hizo el anuncio público un mes después, el 20 de agosto, en un comunicado de prensa. Como escribe el P. Jack Barker, uno de los pioneros del uso de los anglicanos:
«En una reunión privada, organizada por el arzobispo John Quinn en su residencia de San Francisco el 19 de agosto de 1980, se informó a la dirección del PDSAC que tenía la intención de hacer un anuncio público al día siguiente. Este anuncio declararía que Roma había tomado medidas pastorales para los antiguos anglicanos, asegurando así su identidad y la preservación de los elementos de su culto, y consideraría para el sacerdocio católico romano incluso a los sacerdotes anglicanos que estuvieran casados. El Arzobispo leyó partes de la carta de presentación que le fue dirigida junto con el texto del Decreto que le envió la Santa Sede. Los pastores y los fieles celebraron una misa de acción de gracias en Los Ángeles la noche siguiente»
En múltiples reuniones y conferencias celebradas hasta 1981 se debatió sobre las liturgias provisionales propuestas y la forma precisa que debía adoptar el uso litúrgico anglicano. A su debido tiempo se autorizó y se hizo realidad una Misa católica de uso anglicano, basada en el Libro Americano de Oración Común (Common Prayer) e incorporando material de las liturgias sarum y romana. La primera parroquia dedicada al uso anglicano fue Nuestra Señora de la Expiación en San Antonio, establecida en 1983, y otras más le siguieron, incluyendo Nuestra Señora de Walsingham en Houston, ahora Catedral del ordinariato norteamericano. Si bien el uso anglicano tomó forma en el decenio de 1980, su publicación real en el Libro del Culto Divino no se produjo hasta 2003 y, como es ahora bien sabido, se ha desarrollado aún más y existe en una forma más completa en el Culto Divino: El Misal.
Pero todo esto comenzó con la autorización del Papa Juan Pablo II. Su decisión histórica señalaba ya entonces que, si bien las parroquias de uso anglicano serían dependientes de las diócesis católico-romanas locales, «no se excluye la posibilidad de algún otro tipo de estructura, según lo dispuesto por las disposiciones canónicas, y que se adapte a las necesidades del grupo». Las oraciones para que se diera precisamente ese tipo de estructura encontraron respuesta con la creación de los ordinariatos.