(Aciprensa/InfoCatólica) En una entrevista a National Catholic Register, Mons. Esseff explicó que su devoción comenzó en 1959, poco tiempo después de la entronización del Sagrado Corazón de Jesús en su rectoría.
Por esa fecha, Mons. Esseff decidió visitar las basílicas de Santa María la Mayor y la Archibasílica de San Juan de Letrán en Roma. Es en esta última que, mientras rezaba en la capilla del Santísimo Sacramento, el sacerdote sintió la experiencia de oración más impactante de toda su vida.
«Estaba abrumado por la presencia, la majestad, el asombro y el poder de Dios. Fue tan abrumador que no pude pararme», indicó.
Mons. Esseff señaló que en un instante se postró en el suelo frente a Jesús Eucaristía, y en medio de la asombrosa presencia de Dios, le preguntó «¿Qué quieres, Señor?»..
«Escuché al Señor responder: Caridad», comentó.
Al recobrar la orientación, Mons. Esseff se levantó y se acercó al altar, donde estaba el Santísimo Sacramento, y volvió a experimentar la presencia de Dios, a quién pregunto nuevamente qué quería de él.
«Amor, fue la respuesta», indicó.
Por última vez, mientras hacía oración postrado en el suelo, Mons. Esseff escuchó a Dios decir «enseña el amor de mi Sagrado Corazón» y «aprende más sobre el Papa enterrado en esta capilla».
«Cuando me levanté de esta experiencia, sabía que haría lo que Dios quería de mí», señaló.
En ese momento, el guía turístico de un grupo que pasaba cerca comentó que el Papa León XIII estaba enterrado en esa capilla.
«Sabía que el Papa León había abordado muchos problemas sociales relacionados con los pobres y las clases trabajadoras», señaló. «Después de mi regreso a casa, investigué y aprendí que el último acto del papado del Papa León fue consagrar al mundo entero al Sagrado Corazón de Jesús», agregó.
Mons. Esseff comentó que desde ese momento la devoción al Sagrado Corazón de Jesús se convirtió en una de las partes importantes de su sacerdocio, y buscó darla a conocer a otras personas.
El sacerdote indicó que el entronizar la imagen de Jesús en un lugar de honor y proclamar públicamente la fe hacia Él, «es un símbolo en el que mostramos al mundo entero que este hogar está bajo el cuidado del corazón de Jesús».
«Este reconocimiento del reinado del corazón de Cristo sobre nosotros no está reservado solo para las familias, sino que está abierto a individuos, parroquias, diócesis, comunidades e instituciones», agregó.
Mons. Esseff señaló que el Corazón de Jesús enciende una llama de amor, el fuego del Espíritu Santo, en cada persona, por lo que toda institución necesita ser transformada, «toda la sociedad necesita experimentar la civilización del amor».
«Todos somos uno con el otro en Cristo, y no hay ningún lugar al que él no pertenezca», concluyó.
La devoción al Sagrado Corazón de Jesús ha sido parte de toda la historia de la Iglesia. En 1956, la encíclica Caritate Christi Compulsi de Pío XII sobre la teología del Sagrado Corazón, explicó que la devoción al amor de Dios se remonta al Antiguo Testamento.
La religiosa francesa Santa Margarita María Alacoque recibió, durante las apariciones de Jesús, doce promesas para las personas que honren y difundan la devoción a su Sagrado Corazón.
La novena promesa, «bendeciré el lugar donde esté expuesto mi corazón y sea honrado» inspiró al P. Mateo Crawley-Boevey, quien nació en Perú, a promover la entronización del Sagrado Corazón de Jesús en los hogares, «para conquistar el mundo entero por el Corazón de Jesús, hogar tras hogar, familia tras familia».