(Asia News) En un contexto crítico, a causa de la crisis económica y de la pandemia del nuevo coronavirus, es «importante preservar los lazos entre las comunidades cristianas». Es lo que subraya, en diálogo con AsiaNews, Mons. Paul Hinder, vicario apostólico de Arabia Meridional (Emiratos Árabes Unidos, Omán y Yemen), quien recientemente fue nombrado administrador apostólico con sede vacante de Arabia Septentrional (Kuwait, Arabia Saudita, Qatar y Bahréin). Un cargo que le ha sido encomendado tras el reciente fallecimiento, luego de una larga enfermedad, de Mons. Camillo Ballin. El prelado se refiere a los trabajadores migrantes «que vienen de todo el mundo», por tanto es prioritario «mantener la unidad, también y sobre todo, a nivel espiritual», tal como hizo «mi predecesor, cuyo camino estoy dispuesto a proseguir».
«Mi intención no es aportar innovaciones -cuenta el prelado de origen suizo - sino continuar el trabajo emprendido por Mons. Ballin, empezando por la finalización de las obras de construcción de la catedral de Bahrein». Hay «varias cuestiones legales y administrativas que toca profundizar, pero es una tarea que será desarrollada en las próximas semanas, tras haber hablado con los colaboradores que residen allí». La interacción con ellos, agrega, «será fundamental, aún cuando de momento solo sea posible a distancia, ya que en los próximos dos meses no podré viajar, a causa de la emergencia por el Covid-19».
Hasta el 2011, Mons. Hinder supo ocuparse de la guía pastoral de Bahréin, Qatar y Kuwait, un cargo que luego abandonó a raíz de la creación de la vicaría de Arabia septentrional, que fue encomendada a Mons. Ballin. Al territorio originario, luego se sumó Arabia Saudita, una nación en la cual el obispo de origen véneto había logrado muy buenos lazos, tras varias visitas en todos estos años. «Desde que dejé el cargo - prosigue Mons. Hinder - estos territorios han cambiado casi por completo. El Norte, si lo comparamos con el Sur, es más complicado a nivel político y también los viajes son más difíciles, ya que no es posible viajar a Qatar de forma directa, a causa de las tensiones que rigen en el área desde hace años. Luego está el reino wahabita, que «es una realidad en sí misma».
A pesar de que «en muchos aspectos hay similitudes», la realidad del Golfo ofrece alguna facetas «específicas» por los países singulares que lo componen. «Arabia Saudita es distinta de Kuwait o Bahréin, y también difiere de Qatar. Todo ello complica la atención pastoral, sobre todo en este momento en el que es tan difícil viajar. Para tratar con el clero local, usaré los medios de tecnología a disposición, que van desde Zoom a Skype o los emails. Pienso que antes del mes de agosto no va a ser posible viajar e ir personalmente al lugar».
Otra de las prioridades es «el apoyo moral y el sostén material para los cristianos del área, que en su gran mayoría son migrantes económicos, que podrían verse obligados a regresar a sus países de origen. Cuando se relajen las prohibiciones de circulación, mi intención es visitar las distintas comunidades y hacer sentir mi presencia y guía pastoral en una zona que es inmensa». Además, gracias a la labor del papa Francisco, «ya existe una relación consolidada con los líderes musulmanes del área… la semilla fue arrojada, y ahora se trata de cultivarla».
El vicario de Arabia dice que Mons. Ballin «desarrolló un trabajo importantísimo en Arabia Saudita, una nación que él ha podido visitar y cuyas realidades ha podido conocer gracias al pasaporte concedido por el rey de Bahréin. Antes de fin de año, quisiera concluir con las obras de la catedral, un proyecto por el cual tiene gran estima. Sin embargo, los mayores esfuerzos deberán dirigirse a salvaguardar a la comunidad cristiana, pues se teme que haya una fuga masiva de fieles a causa de la crisis económica. Debemos estar cerca de ellos, ayudarlos y hacer sentir nuestra presencia como Iglesia».
Por último, el pensamiento de Mons. Hinder se dirigió a una nación de la vicaría meridional por la que siente mucha estima: Yemen, martirizada por la guerra, por emergencias sanitarias, a la que se suma la ligada a la pandemia. «Renuevo mi gran preocupación por Yemen - concluye el prelado - que sigue siendo una herida abierta. Con la pandemia de Covid-19, el sufrimiento del pueblo es cada vez mayor. Se ocultó por demasiado tiempo la circulación del virus, y éste se propagó silenciosamente; y ahora se ven los resultados, que son realmente dramáticos».