(Fides) La crisis económico-política del País de los Cedros está provocando que se vuelva a cuestionar el sistema institucional libanés, que prevé entre otras cosas, la división de posiciones políticas e institucionales según las diferentes afiliaciones confesionales.
En el Líbano, el delicado modelo institucional nacional reserva el puesto de Presidente de la República a un cristiano maronita, mientras que el papel del Primer Ministro debe asignarse estrictamente a un musulmán sunita, y el cargo de Presidente del Parlamento está reservado a un musulmán chiíta (que ha sido Nabih Berri desde hace 30 años). Los acuerdos de Taif, que sancionaron el final de la guerra civil en 1989, establecieron la paridad numérica entre los escaños parlamentarios reservados para los diputados cristianos y musulmanes.
En los últimos días, en un discurso televisado celebrado con ocasión de la fiesta de Eid al-Fitr, al final del mes islámico de oración y ayuno del Ramadán, el Sheikh Jafarita Ahmad Qabalan había atacado severamente el sistema político-institucional libanés confirmado por los acuerdos de Taif, definiéndola como una «granja de siete», que ha aumentado la corrupción y el sectarismo, matando de hambre al pueblo. El sistema libanés –añadió el líder chiíta– fue creado «sobre una base sectaria y tiránica para servir a un proyecto imperialista y monopolista. Esta fórmula ahora se ha agotado... Y ya no es válido para un estado formado por humanos y ciudadanos».
A las duras palabras del representante chiíta, el Patriarca maronita respondió indirectamente, sin mencionarlo, en la homilía celebrada el domingo 31 de mayo, la solemnidad de Pentecostés.
«El Líbano - dijo el cardenal Bechara Rai -, representa un modelo político que respeta a todas las comunidades religiosas, sin imponer una religión estatal o un libro religioso específico como fuente de leyes y del sistema legal nacional. Es un modelo singular, que debe ser protegido por aquellos que, con la excusa de querer corregir sus defectos, en realidad pretenden cancelar su fecunda ‘anomalía’»
El sábado 30 de mayo, celebrando una misa con motivo de la fiesta de la cadena de televisión católica Noursat-Télé Lumière, el patriarca Bechara Rai ya había recordado que el sueño de los fundadores del Líbano era crear una «Patria para todos», donde también las diferentes comunidades de fe pudiesen coexistir escapando tanto del «monolitismo» religioso de las sociedades orientales como de la «fusión indiferenciada» de identidades que prevalece en las sociedades occidentales.