(Zenit/InfoCatólica) El Santo Padre recordó que "para una solución eficaz y duradera de esos problemas, no son suficientes medidas técnicas o de seguridad".
Para combatir esas "cuestiones tan graves", destacó, "se requiere una anchura de miras y la eficiente conjunción de esfuerzos, además de propiciar una necesaria renovación moral, la educación de las conciencias y la construcción de una verdadera cultura de la vida".
Al mismo tiempo, el pontífice reconoció que "muchos son los pasos que desde diversas instancias de vuestra nación se están dando para fomentar un orden social más justo y solidario y superar las contrariedades que continúan atenazando al país".
El Papa destacó la importancia de reconocer el derecho a la vida "en toda su amplitud", y de que las autoridades civiles lo defiendan con leyes justas y políticas efectivas.
En este sentido, apreció la eliminación de la pena capital en los Estados Unidos de México en el año 2005 y las recientes medidas que algunos de sus Estados han adoptado para proteger la vida humana desde su comienzo.
"Estas apuestas decididas en una cuestión tan fundamental han de ser un emblema de vuestra patria", dijo.
Familia
También recordó el VI Encuentro Mundial de las Familias, celebrado el pasado mes de enero en la Ciudad de México, y señaló la importancia de esta "comunidad de vida y amor, fundada en el matrimonio indisoluble entre un hombre y una mujer" para la sociedad.
"Es de suma transcendencia que se le ayude adecuadamente, de modo que los hogares no dejen de ser escuelas de respeto y entendimiento mutuo, semilleros de virtudes humanas y motivo de esperanza para el resto de la sociedad", afirmó.
Benedicto XVI destacó las "buenas relaciones" entre la Santa Sede y México y los "importantes avances" que éstas han experimentado en los últimos años.
También animó a "estrecharlas en el porvenir, teniendo en cuenta el puesto relevante que la religión ocupa en la idiosincrasia y la historia de vuestra Patria".
Tal y como recordó el Papa en su discurso, Ciudad de México acogió diversos actos conmemorativos del XV aniversario del restablecimiento de esas relaciones diplomáticas.
En las celebraciones, en el 2007, se debatió, entre otras cuestiones, sobre la manera correcta de entender un auténtico Estado democrático, y su deber de amparar y favorecer la libertad religiosa.
Libertad religiosa
En este sentido, Benedicto XVI afirmó que "la libertad religiosa no es un derecho más, ni tampoco un privilegio que la Iglesia católica reclama".
La definió como "la roca firme donde los derechos humanos se asientan sólidamente, ya que dicha libertad manifiesta de modo particular la dimensión trascendente de la persona humana y la absoluta inviolabilidad de su dignidad".
Por ello, explicó, la libertad religiosa pertenece a lo más esencial de cada persona, de cada pueblo y nación".
Para el Papa, "el significado medular de la misma no consiste en limitarla a una mera convivencia de ciudadanos que practican privadamente su religión, o restringirla al libre ejercicio del culto".
Más allá de eso, "se ha de asegurar a los creyentes la plena garantía de manifestar públicamente su religión, ofreciendo también su aportación a la edificación del bien común y del recto orden social en cualquier ámbito de la vida, sin ningún tipo de restricción o coacción", indicó.
Gran nación
El Santo Padre se refirió a México como "una gran nación cuya identidad se ha ido forjando a lo largo de los siglos en fecunda relación con el mensaje de salvación que la Iglesia católica proclama, como se puede ver en muchas de sus costumbres y fiestas populares, en su arquitectura y otras diversas manifestaciones".
"La fe en Jesucristo ha engendrado en México una cultura que brinda un sentido específico y completo de la vida y una visión esperanzada de la existencia", aseguró.
Y añadió que esa fe ha ilustrado "una serie de principios sustanciales para el desarrollo armónico de toda la sociedad, como son la promoción de la justicia, el trabajo por la paz y la reconciliación, el fomento de la honradez y la transparencia, la lucha contra la violencia, la corrupción y la criminalidad, la constante tutela de la vida humana y la salvaguarda de la dignidad de la persona".
El Papa concluyó su discurso pidiendo a Dios, por intercesión de la Virgen de Guadalupe, que en México "resplandezca incesantemente la concordia, la fraternidad y la justicia".