(InfoCatólica) Alma Luise Elisabeth von Stockhausen nació el 30 de septiembre de 1927 en el Nesselroder Hof de Münster (Westfalia). Era hija del abogado e historiador Franz Eduard von Stockhausen (1903-1952) de la familia noble westfaliana Stockhausen y de la condesa Elisabeth von Bernstorff (1899-1994).
Estudió filosofía, teología católica e historia en la Westfälische Wilhelms-Universität de Münster, en la Georg-August-Universität de Göttingen y en la Albert-Ludwigs-Universität de Friburgo. En 1988 fundó la Academia Gustav Siewerth con el apoyo de Joseph Ratzinger.
Dicha academia tenía como objetivo contrarrestar el marxismo y la hostilidad anti-iglesia del movimiento de 1968. También abordó la oposición entre la escolástica católica «lógica» y la «escolástica protestante». Alma advirtió que la Iglesia de esta època está asumiendo las tesis protestantes.
Su último lugar de residencia fue el santuario mariano de Heroldsbach, donde uno de sus hermanos ejerce como sacerdote. Allí murió el 4 mayo de 2020 a la edad de 92 años, a consecuencia de un cáncer.
Esta fue una de las entrevistas más sustanciosas que concedió hace unos años y que ahora ha publicado el portal austriaco Kath.net:
Señora von Stockhausen, el papa Benedicto volvió recientemente a manifestar que la crisis de la Iglesia es una crisis de fe. ¿Qué papel jugó Lutero al respecto?
¡Un papel decisivo! La crisis de la actual teología se debe a la filosofía, tal como lo dijo también el cardenal Ratzinger, antes de llegar a ser papa Benedicto. En la base de la teología hay una falsa filosofía. ¿Y cuál es esa falsa filosofía? La filosofía alemana. Y la filosofía alemana no solo está influenciada por Lutero, sino que tiene su origen en él. El mismo Heiddeger lo dice: Yo no hago más que conceptualizar a Lutero. Hegel también se entiende así.
La tesis fundamental de su nuevo libro (La sola fe: la teología de Lutero, una biografía, Gustav Siewerth Akademie, Weilheim-Bierbronnen, 2016) es que la teología de Lutero es un derivado de su biografía. Pero yo quisiera comenzar con su propia biografía. ¿Cómo fue que usted comenzó a interesarse por Lutero?
De niños, escuchamos de nuestra madre que nuestra abuela se había vuelto católica, a pesar de que su familia, los condes de Bernsdorff, eran marcadamente evangélicos. Mi abuelo hacía política para el rey de Hannover, un protestante convencido. Un día mi abuela dijo: «Ahora sí que quiero conocer a nuestro padre en la fe». Y lo hizo. Y entonces dijo a su esposo: «¿Qué clase de locura es esta en que creemos? Tengo que volverme católica inmediatamente». El abuelo respondió: «Entonces me divorcio. Si la religión no es lo que nos une, cómo será posible, pues, una vida en común?». La abuela respondió: «La verdad es la verdad, me voy a volver católica». El abuelo no se divorció y la abuela se volvió católica.
¿Qué fue lo que en aquel entonces convenció a su abuela para que se convirtiera a la fe católica?
Ciertamente, lo decisivo fue lo de que Dios tenía que ser malo. Lutero le adjudica el mal a Dios. Y eso, naturalmente, es la locura de la cual hablaba mi abuela.
¿Qué fue lo que a usted le abrió los ojos respecto a Lutero?
Yo no solo me ocupé de Lutero por razón de mi ascendencia familiar, sino sobre todo porque la filosofía alemana se remite una y otra vez a Lutero. Mi maestro más importante fue inicialmente Heiddeger, que siempre se remitió a Lutero, y decía: En mi filosofía, no he dado un solo paso sin Martín Lutero. Heiddeger era hijo de un sacristán católico, y posteriormente se volvió protestante.
¿Fue Lutero la razón para que usted estudiara filosofía?
Mis padres eran ambos filósofos. MI madre siempre me decía que mi clase de filosofía había comenzado con mi padre cuando yo tenía dos años. Así, pues, el estudio estaba prácticamente pre-programado.
Usted estudió en Münster, Munich, Göttingen y Freiburg. En Freiburg no solo conoció la revuelta estudiantil de izquierda de los años setenta, sino que también tuvo experiencias con ella.
Cuando fui profesora en Friburgo, lo más importante para mí era refutar a Karl Marx. Eso hice, y entonces ocurrió lo siguiente: en el auditorio había 300 estudiantes. Todos debían cursar filosofía, que también eran candidatos a la licenciatura en pedagogía. Todos los futuros profesores de bachillerato debían aprobar las asignaturas de filosofía. Yo, entonces, refutaba a Marx con base en sus escritos, pero a los estudiantes no les gustaba. Lo primero que hicieron fue pisotear mi micrófono y luego me arrastraron con un lazo. Ellos gritaban: «¡Hay que hacerle lo mismo que a Buback!». Buback era el fiscal general de la Repúplica Federal Alemana, que por aquel entonces fue asesinado por la «Fracción del Ejercito Rojo», una célula terrorista de izquierda. Mi asistente se puso a mi lado con el paraguas y mantuvo el lazo lejos de mi cuello. Entonces me arrastraron hasta donde el rector y el rector no estuvo dispuesto a defenderme. Por suerte, no llegaron a ejecutarme; me dejaron ir, pero no pude volver a dictar clase, eso estaba descartado. Entonces, lo único que pude hacer fue fundar una universidad privada, y así fue como fundé la Academia Gustav Siewerth en mis casas de la Selva Negra. Allí conocí a los grandes estudiosos de Lutero: Dietrich Emme y Theobald Beer, cuyos trabajos me abrieron los ojos. Comprendí que la teología de Lutero no era más que una respuesta a su biografía: su intento de achacarle a Dios su vida anterior y sus fatales pasiones.
Una clave para comprender la doctrina luterana fue su correspondencia epistolar con el humanista Erasmo de Rotterdam. ¿De qué hablaban en ella?
De la voluntad esclava. Lutero le escribió: «Tú, Erasmo, fuiste el único en comprenderme acertadamente. A mí no me importa lo del comercio con las indulgencias, ni lo del purgatorio y el papado, sino única y principalmente el asunto de la voluntad esclava. No es el hombre el que es culpable, sino el Dios injusto». Y Lutero continúa: «Dios dejó que Adán cayera, Dios determinó que Judas fuera un traidor, Dios es malo y nos creó por aseidad [atributo de Dios, por el cual existe por sí mismo o por necesidad de su propia naturaleza] del mal. Dios tiene que volverse primero diablo antes de poder volverse Dios», es decir, él tiene que deponer su maldad, hacerla diablo, y entonces puede volverse Dios.
¿Es decir, que no es el hombre el que es malo, sino Dios?
Lutero dijo: No es el pobre hombre el que es culpable, sino el Dios injusto. Dios es cruel y malo. Él primero descargó su maldad en Cristo y luego sobre nosotros, de manera que nuestro único nombre –como Lutero dice– es el pecado. En cierto sentido, nos hemos convertido en las bestias de carga de Dios, tenemos que ser malos. Yo entiendo que Lutero quiere siempre demostrar que él es inocentemente malo. Él personalmente no puede hacer nada en contra, él tiene que llevar la carga de la maldad de Dios y por eso «fornicar y asesinar» permanentemente, como él mismo dice. Literalmente: «Incluso si fornico mil veces al día y mil veces asesino, eso no puede apartarme de Cristo. La sola fe me salva». Somos redimidos por la muerte y resurrección de Cristo. Para Lutero, Él también tiene la función de redimir al mundo del mal.
¿Para Lutero, qué papel juega Satanás, el Adversario?
Un papel totalmente central. Él dice que somos los esclavos del diablo y tenemos que hacer siempre lo que él nos dice. En sus escritos, el diablo aparece mencionado miles de veces, y en ellos siempre se remite una y otra vez al diablo.
¿Cuáles son las consecuencias si el hombre no tiene libre albedrío?
Este el punto decisivo de la teología luterana. Con mi libre albedrío me puedo decidir por o en contra de Dios. Pero si, como Lutero, creo que no tengo libertad, entonces el mal en el mundo tiene que venir de Dios, entonces estoy predestinado para el mal. Para Lutero, Dios sería un ídolo si nos diese la libertad, pues entonces no podría determinar todo él solo con sabia previsión, sino que tendría que respetar nuestras decisiones.
¿Entonces, qué papel juega el mal si el hombre no puede decidirse ni por el mal ni contra el mal?
El mal es la cualidad de Dios, dice Lutero. Y eso es consecuente si se quiere exonerar de su propia culpa. Aquí es donde aparece el aspecto biográfico. Siendo estudiante, Lutero apuñaló –seguramente sin intención– a un compañero, y en seguida huyó a un convento. Cuando quiere decir que él es inocente, entonces tiene que decir que el mal ocurre por predestinación, por Dios. Dios predestina al mal. Lutero repite esto con frecuencia.
¿Entonces, cómo son posibles el arrepentimiento, el perdón y la gracia?
Según Lutero, son innecesarios, completamente innecesarios. Arrepentimiento y perdón son insinuaciones del demonio que no tienen ningún sentido. Pues la sola fe, y no nuestras obras, es lo que, según Lutero, nos asemeja a Cristo y nos da la vida eterna. No importa qué hagamos, si asesinamos, o fornicamos, o maldecimos sin cesar: nada podrá separarnos de Cristo, esto es lo que afirma Lutero.
¿Si el hombre no posee libre albedrío, y por eso tampoco es responsable de sus pecados, entonces, según Lutero, para qué murió Cristo en la Cruz?
Por el pecado del Padre. Lutero lo dice así: el Padre es malo, él no es nuestro Padre, él no solo es nuestro adversario, sino también el adversario de Cristo, pues él mató una primera vez a Cristo en el cielo, y luego otra vez delante de todo el mundo en el Gólgota.
¿Si solo basta la fe en Cristo y el hombre no posee libre albedrío, no significa esto, como última consecuencia, que un asesino creyente llega primero al cielo que un samaritano que duda, y que a un creyente le está permitido practicamente todo?
Lutero cree que la prostituta llega antes al cielo que un santo, pues la prostituta no es hipócrita. Para él, los santos solo son hipócritas. Lutero creía que el hombre no puede hacer otra cosa que fornicar, pues es su naturaleza. Debe hacerlo; Dios lo obliga a hacerlo.
¡Al parecer, tuvo más experiencias con prostitutas que con santos!
El dice que fornicaría diariamente mil veces de pensamiento. Y también dice: Junto a mi Cata [la mujer de Lutero se llamaba Catalina] tengo a tres más en los brazos. Y si la «señora» no quiere hoy, entonces agarro a la criada.
Lutero enseñó la justificación «solo por la fe» (sola fide) y con ello solapa los sacramentos. Para él, estos ya no son necesarios para la redención. ¿No implicaría esto que la Iglesia, como dispensadora de los sacramentos, es superflua?
¡Por supuesto! Para Lutero, el papa es el mayor Anticristo.
¡Pero entonces la iglesia evangélica también es superflua!
¡Por supuesto! Solo hay el sacerdocio común. Lutero enseñó que «todos salimos reptando del bautismo como hombre, mujer, sacerdote, obispo, cardinal y papa». Entonces solo se necesita a la iglesia para transmitir la fe, pero ya no para los sacramentos.
En el fondo, él solo quería una iglesia meramente teológica y no una sacramental.
Para Lutero ya no hay más una Iglesia sacramental y tampoco la Iglesia estructurada jerárquicamente. En el fondo, solo hay laicos, el sacerdocio común, como él lo llama. Entonces, todos pueden reunirse y perdonarse mutuamente los pecados. Para Lutero, la misa era «el mayor de los horrores». Con la abolición de la misa, Lutero también abolió el papado. Según él, «el horror de la misa» es la causa de que exista el papado, que supervisa, que dispone la ordenación sacerdotal, etc., pero él no necesita nada de eso. Lutero propagó la total disolución de la jerarquía eclesiástica y el sacerdocio eclesiástico.
¿No es la renuncia a la Iglesia sacramental la clave para entender la actual crisis de la teología, de la pérdida de la cultura y la moral, de la disolución de la familia como pilares de la sociedad?
Sí, con toda seguridad, pues para Lutero el matrimonio es una «cosa mundana», que no se contrae delante de Dios. Lutero se casó intercambiando los anillos durante una cena, y dijo a sus amigos: Con esto me caso con Catalina de Bora. Desde ahora estoy preso, atado a mi Cata. Pero si la «señora» no quiere, que venga la criada, dijo para consolarse.
¿Qué consecuencias tiene para una sociedad si el pecado es declarado como algo inevitable?
La disolución de la familia y, con ello, la ruina de la sociedad.
¿Cómo siguió desarrollando Hegel las ideas de Lutero y cómo marcó Lutero la filosofía hegeliana?
Hegel dice: «Si los teólogos llegan a la desesperación de ver en Dios el mal mismo, entonces solo queda refugiarse en la filosofía». Lutero ve en Dios mismo el mal. Hegel, entonces, quiere mostrar filosóficamente que el mal en Dios es solo el «supuesto mal»; Dios es en sí bueno. Si Dios, como ser abarcador supremo, tiene que ser malo, entonces el no-ser es la manera como hay que determinar el mal. El mal es siempre lo destructor, lo no bueno. Así, pues, Dios ya no es más la simplicidad del ser indiviso, sino tiene que ser presentado como como una totalidad de partes. Pero si Dios es una totalidad de partes, entonces Dios mismo debe ver cómo conoce esas sus partes. ¿Y cómo lo hace? Al poner delante de él sus partes, evoluciona. Dios pone delante de él sus partes y al siguiente paso las vuelve a suprimir. Así, pues, mediante la negación de la negación se llega a la posición, es decir: evolución.
¿Hasta qué punto Hegel influyó en Darwin y en su teoría de la evolución?
Nietzsche reflexionó al respecto, y dijo: «Sin Hegel no hay Darwin», ¡y con toda razón! Nietzsche dijo además: «Pero el viejo Moisés dijo que no puedes matar. Pero Darwin dijo: debes matar». Esto es lo que Hegel piensa con su «mediante la negación de la negación a la posición». A este respecto, Nietzsche comenta lo siguiente: «El secreto de la historia es la guerra» Hitler se inspiró en Nietzsche cuando desató la Segunda guerra mundial. Karl Marx saca de la evolución superior mediante selección la última consecuencia de la historia. Si la evolución es la manera como se desarrolla lo divino, entonces eso significa que la naturaleza devendrá espíritu. Y cuando la naturaleza devenga espíritu con el hombre como eslabón último del desarrollo, entonces el hombre podrá consumar la reproducción de la evolución.
¿Pero no se sobrevalora con esto la influencia de Lutero? Parece como si esta interpretación hiciera de Lutero un genio fatal, el padre de la modernidad.
Él es con seguridad el padre de la modernidad. Él no es un genio, pero sí es el que adjudicó el mal a Dios, y de esta manera realiza la reiteración potenciadora de la culpa original: «querían ponerse en el lugar de Dios». Con la teoría de la evolución nos hemos puesto en el lugar de Dios. ¿Encontrará aún fe el Hijo del hombre cuando vuelva? Esta es realmente nuestra situación.
¿Cómo podemos detener este funesto desarrollo? ¿Cómo puede ser superado Lutero en la teología y la filosofía?
Hay que mostrar que la teología de Lutero no es más que su autobiografía, la autojustificación de sus pasiones pecaminosas al achacarle el mal a Dios.
Traducido por LCH para InfoCatólica