(ECCLESIA) Manuel Sánchez Monge, obispo de Santander, acaba de publicar una carta dirigida a los mayores de su diócesis en la que resalta la necesidad de una «antropología integral» que reivindique «que envejecer no es perder, es ganar. Envejecer no es un problema ni una desgracia: es un regalo. Y es ley de vida. Pero hay que saber cómo envejecer». El obispo reconoce, incluyéndose como mayor, que esta situación de pandemia agrede de modo particular a los mayores «debido a nuestra debilidad y vulnerabilidad. Son muchos los mayores que mueren en condiciones penosas y para nosotros no son números, son personas y cuenta cada uno y cada familia».
Además, asegura que «la sociedad y la Iglesia nos necesitan. Y ahora quizá más que en otros tiempos». Así indica que es de agradecer «los muchos trabajos y privaciones que hicimos para dejar un mundo con más comodidades de las que nosotros disfrutamos y con muchísimas más posibilidades. Como Iglesia hemos de agradeceros la importante, y muchas veces insustituible, labor que venís desempeñando en la transmisión de la fe a vuestros hijos y nietos».
Lee íntegra la carta:
Carta abierta a los mayores de la diócesis de Santander
Queridas personas mayores:
Os escribo en un momento en que atravesamos circunstancias difíciles. Un virus peligroso y muy agresivo nos ha cogido descolocados y ha cambiado radicalmente nuestra vida. Pero está agrediendo de un modo particular a los mayores, debido a nuestra debilidad y vulnerabilidad. Son muchos los mayores que mueren en condiciones penosas y para nosotros no son números, son personas y cuenta cada uno y cada familia. También hay muchos enfermos y algunos, con mucha edad, han salido adelante. Tenemos que tener un recuerdo agradecido y una oración por todos y cada uno. Todos los días os tengo muy presentes en mis oraciones, especialmente a los que murieron, a los enfermos y a los que vivís solos.
Por otra parte, en las sociedades altamente industrializadas como la nuestra, el número de mayores va en aumento mientras que la tasa de natalidad disminuye. Y los ancianos, en consecuencia, corren el riesgo de ser considerados una carga social olvidando su dignidad humana. Una antropología integral tiene que reivindicar que envejecer no es perder, es ganar. Envejecer no es un problema ni una desgracia: es un regalo. Y es ley de vida. Pero hay que saber cómo envejecer. Ved cómo envejecen los árboles. Los árboles fuertes (y de madera valiosa) no sólo crecen hacia arriba, también lo hacen hacia abajo, en las raíces. En las personas mayores la debilidad física se suple con capacidad de lucha y de resistencia.
Es verdad que la sociedad puede caer en la tentación de descartarnos, pero ciertamente el Señor no descarta nunca a nadie. Él nos llama a seguirlo en cada edad de la vida, y también la ancianidad contiene una gracia y una misión, una verdadera vocación del Señor. No es el momento de «abandonar los remos en la barca». Este período de la vida es distinto de los anteriores, pero nuestras sociedades no están preparadas, espiritual y moralmente, para darle su valor pleno. Dios nos ama así, como somos, con nuestros achaques y nuestras cualidades. Dios nos ama con nuestras arrugas. Hay una sabiduría de envejecer juntos cuando se practican la generosidad y el perdón.
La sociedad y la Iglesia nos necesitan. Y ahora quizá más que en otros tiempos. Y tienen que agradecer los muchos trabajos y privaciones que hicimos para dejar un mundo con más comodidades de las que nosotros disfrutamos y con muchísimas más posibilidades. Como Iglesia hemos de agradeceros la importante, y muchas veces insustituible, labor que venís desempeñando en la transmisión de la fe a vuestros hijos y nietos. No sólo representáis el pasado, sino que sois también presente y futuro de la sociedad y de la Iglesia. Dios puede y quiere escribir con vosotros también nuevas páginas de santidad, de servicio, de oración… La fe en el Dios de la vida nos asegura la vida después de la muerte y nos da fuerza para luchar sin perder la esperanza. La fe no se debilita con el paso de los años sino que puede fortalecerse y aquilatarse. Termino agradeciendo a cuantos nos cuidan en los hogares o en las Residencias el esfuerzo y el cariño que ponen para que vivais felices. ¡Ánimo y adelante, en el nombre del Señor!
Con el corazón lleno de agradecimiento os saluda y bendice vuestro obispo
+Manuel Sánchez Monge
Obispo de Santander