(Cáritas/InfoCatólica) Los efectos sociales causados por la crisis del coronavirus y las condiciones de confinamiento decretadas dentro el estado de alarma está multiplicando las dificultades de acceso a derechos básicos de las personas en situación más vulnerable. Es el caso de la educación de los niños y adolescentes que viven en hogares en situación de exclusión social, donde Cáritas está detectando un aumento de la brecha educativa.
En esos núcleos familiares. a las graves limitaciones derivadas de la precariedad económica de los progenitores y de las condiciones de habitabilidad de las viviendas, se añaden la incapacidad de acceso tecnológico de los hijos en edad escolar para poder realizar un seguimiento de la actividad escolar a distancia.
Cabe recordar que la transmisión de las situaciones de vulnerabilidad y exclusión, y las posibilidades, por tanto, de estar en riesgo de pobreza disminuyen en la medida en la que aumenta el nivel educativo de los padres y madres. De ahí la grave preocupación que supone el hecho real de que la brecha educativa que ya vivían antes de la crisis del coronavirus los niños, niñas y adolescentes en situación de vulnerabilidad o exclusión social, se esté agudizando ahora en las circunstancias de aislamiento y la suspensión de las actividades docentes.
Constataciones detectadas por Cáritas
Si ya antes del confinamiento algunas familias acompañadas por Cáritas no tenían una conciencia profunda sobre «la importancia» de ir a la escuela, ahora ven más remota la importancia de la educación para la vida de sus hijos e hijas, sobre todo cuando las situaciones de precariedad económica y social les consume gran parte de sus esfuerzos diarios. En gran parte de los hogares en situación de vulnerabilidad se notan más las desiguales capacidades de los progenitores para acompañar en los procesos educativos de sus hijos e hijas, debido tanto los niveles educativos y formativos, como por las preocupaciones socioeconómicas y la carencia de habilidades parentales.
A esta situación de partida, se le une en estos momentos el impacto del estrés emocional provocado por la situación de confinamiento y que afecta en mayor medida a las familias más vulnerables y sin recursos tanto materiales como de actitudes. La precariedad de las necesidades básicas son una fuente de estrés emocional para estas familias, dado que las dificultades para poder llevar alimentos al hogar o no poder pagar el alquiler o los recibos domésticos, las desgasta y les resta tiempo para poder estar junto a sus hijos.
Estas situaciones se agravan en los hogares monoparentales encabezadas por mujeres o en familias numerosas, donde los obstáculos generados por el confinamiento se acumulan y generan conflictos de convivencia ante los que muchos de los padres y madres que están solicitando el apoyo de Cáritas no saber cómo actuar. Para ellos no es fácil aprender a tener «paciencia sostenida en el tiempo», en lugar de buscar la inmediatez, siempre tan presente en nuestras vidas.
A la desigualdad educativa se suma la brecha tecnológica, creada no sólo por la ausencia de ordenadores o impresoras en casa y el consiguiente acceso a internet, sino también por una falta de cultura tecnológica en la familia. Desde Cáritas, somos conscientes de la importancia que tiene el acceso de las familias a estos medios digitales, no solo para garantizar el acompañamiento escolar a distancia sino también para romper su aislamiento social y mantenerlas conectadas con el entorno, ampliando su participación social a través de los nuevos canales y espacios virtuales de comunicación social.
Respuestas de Cáritas para frenar la desigualdad educativa
A través de sus programas específicas de Infancia, Juventud y Familia, Cáritas acompaña anualmente a las 25.644 familias en toda España. La situación de emergencia sanitaria y social generada por la Covid-19 ha obligado a las 70 Cáritas Diocesana de todo el país a reforzar el acompañamiento a las familias vulnerables con acciones específicas y seguimientos telefónicos individualizados para apoyar la labor del profesorado en coordinación con los centros educativos. Se facilitan, además, lotes de material escolar para aquellas familias que lo demandan.
Además de refuerzo educativo a las familias, los equipos diocesanos están facilitando también apoyo emocional y de escucha, y oferta de ocio saludable en el tiempo libre dentro del hogar con objeto de acompañar a los padres en su responsabilidad y poder liberar de la presión a las familias que, por trabajo u otros motivos, no puedan pasar tanto tiempo con sus hijos e hijas como les gustaría.
Esta crisis está poniendo sobre la mesa la importancia de acompañar a las familias para garantizar que los niños y adolescentes puedan mantener ciertos hábitos y rutinas cotidianas necesarias en sus procesos educativos y de autonomía, impulsando con ellos nuevas formas de aprendizaje con el objetivo de «aprender a aprender».
Qué propone Cáritas
Cáritas entiende que para fomentar el desarrollo y aprendizaje las prioridades no solo deberían centrarse en los contenidos curriculares, sino también en otro tipo de aprendizajes, como son la gestión de las emociones, la generación de un pensamiento crítico y el desarrollo de diferentes habilidades sociales, como la empatía, la capacidad de adaptación o la resolución de conflictos. Se trata, en definitiva, de humanizar la escuela y no llenarla únicamente de contenido académico.
Para ello, son fundamentales aquellas medidas que permitan que todo el alumnado pueda continuar en el sistema educativo con las máximas garantías e igualdad de oportunidades, abogando por la gratuidad real y efectiva de este derecho en la educación obligatoria.
Urge, asimismo, reforzar el actual sistema de becas para al alumnado de todos los cursos, incluido el universitario, poniendo el acento no tanto en el rendimiento académico como en la realidad socioeconómica de los sustentadores. Esto incluye la continuidad con las medidas de comedores escolares para asegurar una alimentación equilibrada, sobre todo en el caso de las familias más vulnerables y que están teniendo muchas dificultades para garantizar ese sustento regular básico. En este sentido, preocupa el aumento de la obesidad infantil, sobre todo en las familias vulnerables con hábitos alimentarios muy deficientes, principal factor de incidencia junto con el sedentarismo.
Esa crisis pone sobre la mesa la necesidad inaplazable de un pacto de estado por la educación, que garantice un mismo currículo académico para todos los alumnos durante la escolarización obligatoria u que posponga los itinerarios diferenciados hasta las etapas postobligatorias, de tal forma que se puedan unificar esfuerzos y recursos en pro de un mismo objetivo para paliar las desigualdades educativas.