(The Australian/InfoCatólica) El Cardenal Pell, recuperó su libertad el 7 de abril, después de que anulase su injusta condena, tal como reconoció por unanimidad la Corte Suprema de Australia.
En sus primeras declaraciones mostraba su perdón al acusador y daba las gracias a todos los amigos y al equipo legal. Ayer, Viernes Santo, compartió en el diario The Australian sus reflexiones en este tiempo, tras más de cuatrocientos días de prisión:
Toda persona sufre. Nadie escapa todo el tiempo. Todos se enfrentan a algunas preguntas: ¿Qué debería hacer en esta situación? ¿Por qué hay tanto mal y sufrimiento? ¿Y por qué me pasó esto? ¿Por qué la pandemia de coronavirus?
Los antiguos griegos y romanos pensaban que los dioses eran caprichosos, susceptibles de castigar sin razón. Se dice que cuando envolvemos nuestros regalos de Navidad seguimos la antigua práctica de que los que ofrecen un sacrificio a un dios en particular lo cubran para que los otros dioses no se pongan celosos.
Los ateos de hoy en día creen que el universo, incluyéndonos a nosotros, es el producto del ciego azar, que no existe ninguna Inteligencia trascendente que ayude a explicar nuestra secuencia de ADN, los 10.000 nervios conectados a un ojo, el genio de Shakespeare, Miguel Ángel, Beethoven y Albert Einstein.
Otra opción es un agnosticismo radical. No lo sabemos y quizás no queremos saberlo. Aquí los agnósticos pueden luchar contra el destino con dignidad estoica o ponerse furiosos, viajar a la noche «enfurecidos contra la luz».
La Pascua proporciona la respuesta cristiana al sufrimiento y a la vida. Los cristianos son monoteístas que se desarrollaron a partir de la revelación judía; ellos también siguen al Dios de Abraham, Isaac y Jacob. Creen que hace casi 2000 años un joven judío fue crucificado en la cima de una colina en Jerusalén, un viernes por la tarde, despreciado y rechazado. Todos lo vieron morir, mientras que un número limitado, los que tenían fe, lo vieron después de una milagrosa resurrección corporal al domingo siguiente. La afirmación no es que solo el alma de Jesús volvió. Fue un regreso de la muerte de toda su persona, rompiendo las reglas de la medicina y la física, ya que los cristianos creen que ese joven era el único Hijo de Dios, divino, el Mesías. Los huesos de Jesús nunca serán encontrados. Para consternación de muchos era un Mesías que no era un gran rey como David o Salomón, sino el siervo sufriente de Isaías, que nos redime, nos permite recibir el perdón y entrar en una feliz eternidad.
«¡Mirad el árbol de la cruz donde estuvo clavado Cristo, la salvación del mundo!».
Mi generación y los más jóvenes están pasando por un momento único. No tiene precedentes. No estábamos vivos en la pandemia de la gripe española después de la Primera Guerra Mundial, algo comparable a lo de ahora, y hemos oído hablar de la terrible Peste Negra en el siglo XIV, donde un tercio de la población murió en algunos lugares. La novedad es nuestra capacidad para combatir la enfermedad de manera inteligente, mitigar la propagación.
La crisis por los abusos sexuales hirió a miles de víctimas. Desde muchos puntos de vista, la crisis también es mala para la Iglesia Católica, pero hemos eliminado dolorosamente un cáncer moral y esto es bueno. Así también, algunos verían el COVID-19 como un mal momento para aquellos que afirman creer en un Dios bueno y racional, el Amor Supremo y la Inteligencia, el Creador del universo. Y es un misterio todo sufrimiento, pero especialmente la gran cantidad de muertes por plagas y guerras. Pero los cristianos pueden hacer frente al sufrimiento mejor de lo que los ateos pueden explicar la belleza y la felicidad de la vida.
Y muchos, la mayoría entiende la dirección en la que nos dirigimos cuando se señala que el único Hijo de Dios no tuvo una carrera fácil y sufrió más que su parte. Jesús nos redimió y podemos redimir nuestro sufrimiento uniéndolo al suyo y ofreciéndolo a Dios.
He pasado 13 meses en la cárcel por un crimen que no cometí, con una decepción tras otra. Sabía que Dios estaba conmigo, pero no sabía que trataba de hacer, aunque entendía que nos deja a todos ser libres. Con cada respiración siempre fue un consuelo saber que podía ofrecer todo a Dios por algún buen propósito, como convertir todos los grandes sufrimientos en energía del espíritu.
Las raíces de nuestros servicios de salud están profundamente arraigadas en la tradición cristiana de servicio, su trabajo continuo de largas horas y con gran peligro de infección. No era así en la Roma pagana, donde los cristianos eran únicos porque se quedaban con sus enfermos y los cuidaban en tiempos de peste. Incluso Galeno, el médico antiguo más conocido, huyó a su finca durante la peste.
Kiko Arguello, cofundador del Camino Neocatecumenal, afirma que una diferencia fundamental entre los temerosos de Dios y los secularistas de hoy se encuentra en el enfoque del sufrimiento. Con demasiada frecuencia, los irreligiosos quieren eliminar la causa del sufrimiento, a través del aborto, la eutanasia, o excluirla de la vista, dejando a nuestros seres queridos sin ser visitados en hogares de ancianos. Los cristianos ven a Cristo en todos los que sufren: víctimas, enfermos, ancianos, y están obligados a ayudarles.
Eso es parte del mensaje de Pascua de Cristo resucitado.