(Gaudium Press) Después de mucho compulsar archivos y fuentes históricas, el P. Colin, biógrafo de San Alfonso María de Ligorio, concluyó que fue Fr. Bernardino de Busti (1450-1513), grande e ilustre predicador franciscano, el autor del Pequeño Oficio de la Inmaculada Concepción.
Oriundo de la familia patricia de los Busti, de Milán, hizo en esta ciudad sus primeros estudios, concluyendo la jurisprudencia en Pavía. En 1475 ingresó a la Orden de los Frailes Menores, en la cual se destacó por el ejemplo de sus virtudes y el brillo de su inteligencia.
Filósofo y teólogo, versado igualmente en el Derecho eclesiástico y civil, Fr. Bernardino de Busti se distinguió, además, como apóstol y escritor, particularmente mariano. La fecundidad de su espíritu hizo venir a luz diversas obras, siendo la mayor y la más difundida el Mariale de singulis festivitatis Beatæ Virginæ Mariæ, compuesto en 1492, frecuentemente citado por los autores eclesiásticos. En lo que se refiere a la Inmaculada Concepción, publicó nueve sermones, además de su Officium et Missa de Immaculata Conceptione.
Murió Fr. Bernardino, en fama de santidad, entre los años 1513 y 1515 (probablemente el día 8 de mayo de 1513), en el Convento de Santa María della Misericordia, en Melegnano (Lombardía). No tardó la devoción popular - vox populi Dei - proclamarlo bienaventurado.
Historia del Pequeño Oficio de Nuestra Señora
No obstante la virtuosa penumbra en que se dejó estar su autor, el Pequeño Oficio se difundió ampliamente por el orbe católico.
Entre los que para tal cooperaron, se encuentra especialmente San Alfonso Rodríguez, S. J., natural de Segovia (España). Ardoroso devoto de la Santísima Virgen, este insigne jesuita recibió con júbilo el salterio mariano, que consideraba el más bello himno de alabanza a la Inmaculada Soberana. [...]
Cuando portero del colegio de Mallorca, en calidad de hermano coadjutor de la Compañía de Jesús, San Alfonso Rodríguez no esperó la invitación de la Madre de Dios para difundir entre sus conocidos la práctica de esta devoción mariana.
Siempre que le permitían sus funciones, recomendaba a todos el Pequeño Oficio como medio de honrar especialmente a la Santísima Virgen. En los momentos de descanso, transcribía de su propio puño esta oración y la distribuía entre los alumnos del colegio, enseñándoles, al mismo tiempo, el modo de recitarla. De este piadoso apostolado no excluyó a sus hermanos de hábito, extendiendo, así, la práctica del Pequeño Oficio a las demás casas de la Compañía de Jesús.
Falleció San Alfonso Rodríguez en octubre de 1617, después de ver coronados sus esfuerzos.
Gran divulgador del Oficio de Nuestra Señora
Menor no fue el ejemplo de San Alfonso de Ligorio, Doctor de la Iglesia y Fundador de la Congregación del Santísimo Redentor (CSSR), jurando defender con su propia vida el privilegio de la Inmaculada Concepción.
Desde el momento en que conoció el Pequeño Oficio, pasó a rezarlo todos los días. Según reputados autores, cierto día la Santísima Virgen apareció a San Alfonso, agradeciéndole y aprobando la recitación de las piadosas horas.
En seguida, le ordenó que las escribiese y las difundiese. También las Congregaciones Marianas concurrieron de modo relevante para la propagación de este Oficio. Muchos sodalicios poseían su propia edición y lo recitaban en todas las reuniones.
Modo de rezar el Oficio de Nuestra Señora
El Pequeño Oficio de la Inmaculada sigue las divisiones tradicionales del gran Oficio Divino, cuya recitación distribuye por las diversas horas del día el salterio del Rey y Profeta David, que decía: «Siete veces al día, oh Señor, yo te dirigí alabanzas».
Consonante pues con los canones del Breviario, así se reparte:
Maitines: antes de la aurora
Prima: a las 6:00 horas
Tercia: a las 9:00 horas
Sexta: a las 12:00 horas
Noa: a las 15:00 horas
Vísperas: al atardecer
Completas: a la noche
Aunque pueda ser rezado todo de una sola vez, es recomendable seguir esa división que renueva, durante el día, el recuerdo y las excelsas alabanzas a María Santísima.
Si recitado en coro el Pequeño Oficio, se debe hacerlo por entero, en tono apropiado con el lugar y el número de personas que en él toman parte. La pronuncia debe ser clara, distinguida, bien inteligible y en unísono, para que pueda inculcar devoción a los que rezan y los que oyen.
A las palabras: «Entonad ahora, labios míos», se traza, con el pulgar derecho, una señal de la cruz en los labios.
En Completas, al decirse: «Conviértanos Jesús», la señal de la cruz debe ser en el pecho, con el referido pulgar.
Todas las veces que se dice: «En mi socorro venid ya, Señora», se hace la señal de la cruz completa.
Los Himnos acostumbran ser rezados de pie. El Oremos final de cada Hora, de rodillas, así como el ofrecimiento y oraciones después del Oficio.
Este pequeño ceremonial, aunque sin obligatoriedad, nos lleva a atender el deseo de la Santa Madre Iglesia de que se rece el Oficio dignamente, con piedad y atención.
Haciendo clic aquí, se accede a un pequeño oficio de la Virgen comentado, de autoría de Mons. João S. Clá Dias, EP